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Denunciado un cazador español por matar un rinoceronte en un safari

La agencia que organizó el viaje le reclama 1.684.000 pesetas

Los supuestos desmanes de un cazador español durante un safari en una de las reservas cinegéticas de rinocerontes más importantes de Namibia han acabado en un juzgado de Madrid. Crescencio J. N. L. L, de 41 años, abatió un rinoceronte blanco de casi medio siglo de vida sin pedir permiso a nadie, ante la perplejidad de sus compañeros de caza españoles y el enfado de las autoridades del país africano, según afirma Alfredo Llorente, gerente de la firma española Intersafari y organizador de la cacería. Ahora, casi cuatro años después, Llorente le reclama 1.684.000 pesetas por los perjucios causados.

Era su último día de safari en Namibia y Crescencio, cazador afincado en Murcia, estaba desesperado. Rifle en mano y ojo avizor, su inquietud crecía en la misma proporción que el sol se iba poniendo sobre la selva y llegaba la hora de regresar al hotel, según el relato de Llorente. Casi entrada la noche, observó un enorme animal, de panza gruesa y patas cortas, se adelantó al grupo de cazadores, hincó su rodilla en el suelo y no lo pensó dos veces: ¡pum!. El rinoceronte huyó malherido. Hasta los medios de comunicación de Namibia se hicierón eco del abatimiento de la pieza (muy protegida por las leyes del país) a manos de "un cazador español".Sus acompañantes, indignados por su indisciplina, dieron por finalizada la cacería. Crescencio J. N. L. I. regresó a España el día siguiente. Corría mayo de 1990.

El dueño de la finca y Alfredo Llorente, sobrevolaron la zona durante dos días, sin éxito, en busca del animal. "Sólo hallamos restos de sangre", cuenta Llorente. El rinoceronte fue encontrado a los tres días, panza arriba y ya cadáver, debajo de unos arbustos. "Nuestro objetivo era encontrarle para curarle, o bien rematarle si estaba muy mal".

El trofeo

Una vez hecho el mal, Alfredo Llorente afirma que pagó 1.500.000 pesetas por la muerte del enorme mamífero. También tramitó los visados precisos para enviar a España lo que en el argot cinegético se denomina el trofeo: su cabeza.Pasó casi un año antes de que el trofeo llegase al aeropuerto madrileño de Barajas. El gerente de Intersafari, agencia situada en el paseo de la Castellana (Madrid), puso el envío a nombre de Crescencio J. N. L. I. Éste se desplazó de Murcia a la capital y recogió la cabeza del rinoceronte.

"En Namibia existe un tremendo respeto por los animales", arguye el gerente de Intersafari, Alfredo Llorente: "Nadie mata un animal si no es con autorización y en circunstancias excepcionales". La agencia de Conservación de la Naturaleza de Namibia, (Nature Conservation SWA, similar al ICONA español) abrió una investigación sobre el incidente.

Desde que regresó a España "Crescencio no ha dado señales de vida", resalta Llorente, "ni ha abonado los gastos derivados de la muerte del animal, su búsqueda en helicóptero durante dos días y el envío a España del trofeo. En total 1.684.000 pesetas".

"No hacía caso a nadie y, disparaba contra todo lo que se movía" afirma Llorente. Y agrega: "Cuando disparó sobre el rinoceronte, los que íbamos en el grupo le pedimos una explicación. El dijo que tenía que regresar a España al día siguiente y que no había matado ningún elefante, que era lo que él quería".

"Efectivamente, en un primer momento teníamos autorización para abatir un elefante, pero yo no estaba dispuesto a acompañarle. Era un hombre que se descontrolaba, iba a lo suyo", explica Llorente. El duelo de la finca, con la preceptiva aquiescencia del Nature Conservation SWA, autorizó ese día al grupo de cazadores españoles a que matasen un rinoceronte que estaba muy enfermo. Tras él iban cuando Crescencio abandonó toda disciplina y disparó al primero que halló en su camino. Era un macho de unos 40 años, que podía haber vivido otros 20 más, afirma el gerente de Intersafari.

Hasta hace sólo unos días el único dato que tenían del cazador en Intersafari era la dirección de una tienda que regenta en Murcia. El cobrador del frac, por encargo de Llorente, lleva varios días postrado en la puerta de la tienda. "Pero él nunca está en ella, sólo su mujer, que no hace caso de nuestros requerimientos; por eso le hemos denunciado", señala Llorente. EL PAÍS ha intentado reiteradamente, aunque sin éxito, ponerse en contacto con el cazador.

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