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Scalfaro disuelve el Parlamento italiano por estimarlo deslegitimado

Oscar Luigi Scalfaro, el jefe de Estado italiano, disolvió el Parlamento a las once de la mañana de ayer y rechazó la dimisión que el presidente del Gobierno, Carlo Azeglio Ciampi, le había presentado el pasado lunes precisamente para facilitarle la convocatoria anticipada de elecciones generales. La consulta se celebrará el 27 de marzo. Scalfaro considera que el actual Parlamento ha quedado deslegitimado y que, dada la gravedad de la situación política, el Gobierno debe mantenerse en plenas funciones para que no se produzcan vacíos de poder.

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En una larga carta dirigida a los presidentes de la dos Cámaras para dar cuenta de los motivos de su decisión de poner fin anticipado a la décimoprimera legislatura italiana (la más breve de la historia de la República, con una duración de sólo 21 meses) Scalfaro razona, en efecto, la deslegitimación del actual Parlamento como una consecuencia de la desafección popular y de la acción de los jueces que investigan por delitos de corrupción y, en algunos casos, de asociación mafiosa a más de la mitad de los actuales diputados y senadores.Existe "una discordancia muy sensible entre las fuerzas representadas hoy en el Parlamento y la reiterada voluntad popular" de cambio de mayoría política puesta de manifiesto con ocasión de las elecciones administrativas celebradas los pasados meses de junio y noviembre. En este mismo contexto, Scalfaro destaca la aprobación en el referéndum de abril de 1992 de una reforma profunda del sistema electoral italiano, que refleja la voluntad popular de que dicha nueva ley electoral "sea aplicada en concreto".

"Es justo constatar que, a estos cambios, ha contribuido también la actividad necesaria y válida de la magistratura, orientada a investigar y atacar las diversas patologías manifiestas en la gestión de la cosa pública, en la que se han visto implicados partidos, parlamentarios, administradores públicos, funcionarios y exponentes del mundo económico y financiero", prosigue la carta.

Concluye Scalfaro que "es hora de que la palabra pase a los electores" en los comicios generales que el Gobierno convocó ayer mismo para el próximo 27 de marzo, pese a las protestas de la comunidad hebrea, que encuentra problemas religiosos para votar en tal fecha porque coincide con el primer día de la Pascua judía. El Gabinete veía, sin embargo, graves inconvenientes en adelantar la cita electoral con respecto a dicha jornada, último de los 70 días de plazo máximo que la Constitución concede para renovar el Parlamento, una vez disuelto. Anoche, los representantes judíos mantenían su amenaza de recurrir al Tribunal. Constitucional por estimar violado su derecho a votar sin sufrir discriminaciones de tipo religioso.

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Carrera desenfrenada

Los partidos políticos italianos, en cambio, habían iniciado, antes incluso de que se conociera la fecha de las elecciones generales, una carrera desenfrenada de asambleas, reuniones y contactos que se prolongarán contra el reloj durante los últimos dos meses. Sobre todo en el caso de los partidos de la derecha, que afrontan gravemente divididos unos comicios considerados como los más importantes desde la posguerra, ya que establecerán las bases para el reparto del poder durante los años de la que ya ha sido bautizada como Segunda República italiana.

El líder de la Liga Norte, Umberto Bossi, anunció en las últimas horas un acuerdo para concurrir a las urnas con las fuerzas del empresario Silvio Berlusconi, que mantiene todavía la duda de si se presentará como candidato. Bossi deja, además, la puerta abierta al Pacto por Italia del ex democristiano Mario Segni, y al ala derecha de la Democracia Cristiana (DC), conocida ahora como los neocentristas, que se dice dispuesta a romper su viejo partido.

Pero Segni busca más bien un acuerdo de centro con el secretario de la DC, Mino Martinazzoli,"quien, a su vez, trata de no perder a los neocentristas para que refuercen el lanzamiento del Partido Popular, previsto para el próximo martes.

El único punto aparentemente firme que tiende a unir a estas fuerzas, con menos entusiasmo en el caso de Berlusconi, es su decisión de no cooperar con el ex neofascista Movimiento Social Italiano (MSI) y su decisión de oponerse al bloque de izquierdas, cuyas contradicciones internas, dice la derecha, entre los comunistas y los demás o entre La Rete y los socialistas, se desatarían tras las elecciones, a la hora de formar Gobierno.

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