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El contraataque de las 'familias'

López de Letona y las 'familias' enfrentadas a Mario Conde afirman que el 'agujero' de Banesto era sólo de 30.000 millones cuando éste llegó en 1987

Las familias que fueron desalojadas de Banesto cuando Mario Conde tomó el mando de la entidad financiera -los Garnica, Argüelles y Herrera- y el anterior primer ejecutivo del banco, José María López de Letona, han decidido pasar al contraataque.En la conferencia de prensa de la pasada semana, Conde afirmó que "encontró un banco con dificultades y que dejó la entidad en su mejor mornento", lo que ha hecho reaccionar a los anteriores responsables, que responden con cifras. El desfase patrimonial del banco cuando Conde asumió la presidencia -en el mes de diciembre de 1987- no superaba los 30.000 millones de pesetas,-que, según éstos, se habrían cubierto ese año si Conde hubiera sacrificado el beneficio pasándolo a saneamiento.

José María López de Letona fue nombrado por el Banco de España vicepresidente ejecutivo y primer responsable de Banesto en enero de 1986. El cargo llevaba implícito el encargo de sanear un banco que arrastraba problemas desde que se encontró de bruces con la quiebra del Banco Coca, al que había absorbido al finales del año 1977. A continuación, Banesto se convierte en el principal accionista del Banco de Madrid. Y para rematar el cuadro, salta la crisis del Garriga Nogués (BGN), cuyas primeras dificultades se conocen en 1984. En la actualidad, el BGN se llama Banc Catalá de Credit y está controlado por el Instituto San Paolo, de Torino. El desequilibrio patrimonial en aquella fecha era de 150.000 millones de pesetas, según el propio López de Letona.

Tras la llegada de López de Letona a la entidad, Pablo Garnica Mansi, un clásico en el banco, permaneció como presidente del consejo, pero sin mando ejecutivo. Pero ni los Garnica -don Pablo, como se le conocía en el banco, tenía un hijo, Pablo Garnica Gutiérrez, de alto ejecutivo-, ni el resto de las familias que dominaban el consejo (Argüelles -Jaime, vicepresidente, y su hijo Jacobo, alto cargo-, Herrera, Figaredo, Gómez-Acebo, De la Mora, Oriol, Abaitua y Sáez de Montagut), recibieron con agrado al envíado del Banco de España. El nuevo vicepresidente ejecutivo no dejó de tener roces con el consejo al intentar implantar un nuevo estilo en una entidad que tenía bien ganada la fama de poco transparente, incluso para los propios consejeros, dentro del sector.

López de Letona, ex ministro de Industria y ex gobernador del Banco de España, dirigió el banco desde enero de 1986 hasta el 27 de noviembre de 1987. La realidad con que se encuentra es que el banco necesita un cambio de dirección inmediato para salir del bache. Existe un déficit patrimonial de 150.000 millones, una carencia de gestión notable, la maquinaria es poco ágil y la opacidad que transmite el banco al exterior también sucede en el interior.

Las familias, que no suscriben este análisis, responden con que el patrimonio industrial del banco superaba los 350.000 millones de pesetas y que los activos inmobiliarios estaban valorados a un precio muy bajo, con lo cual existen plusvalías latentes. Estas participaciones se encontraban en cinco sociedades de cartera, las denominadas isas, que Conde fusionó como paso previo a la creación de la Corporación Industrial. Esas fuentes añaden que, solamente en dividendo, la cartera industrial generaba unos ingresos de 25.000 millones de pesetas, de los que Banesto recibía 10.000 millones de pesetas.

"El banco", según fuentes de las familias que ya no están en la entidad, "lograba generar recursos por valor de 90.000 millones cada año, con lo cual el saneamiento de 30.000 millones era muy fácil de hacer. Después se ha dilapidado el grupo industrial, mientras que la maquinaria del banco se ha atrancado con una expansión del crédito totalmente equivocada". Esta afirmación es corroborada por López de Letona.

En cualquier caso, los planes de Letona se ponen en marcha, de manera que los 84.868 millones de recursos generados en 1986 se destinan por completo a dotaciones y amortizaciones, con lo que el beneficio se reduce a cero. No obstante, la entidad decide acudir a su cita anual con los accionistas respetando el di videndo y reparte 8.212 millones con cargo a reservas voluntarias.

El siguiente ejercicio, los recursos generados ascendieron a 89.377 millones de pesetas. Según López de Letona, si dicha cantidad se hubiera destinado totalmente a dotaciones, el banco habría quedado saneado. Sin embargo, el cierre de ejercicio le correspondió hacerlo al nuevo presidente, Mario Conde, que decidió declarar 30.178 millones de pesetas de beneficios y destinar 59.199 millones a dotaciones. El dividendo, el satisfacer a los accionistas, siempre ha sido algo sagrado y no se atreve -tampoco lo hicieron sus antecesores- a sacrificarlo.

La llegada de Conde, que iba de la mano de Juan Abelló (relacionado con gran parte de las familias), fue recibida como agua de mayo por la vieja guardia, que quería deshacerse como fuera de Letona, un enviado por el enemigo Mariano Rubio, el gobernador del Banco de España. A esto hay que añadir que en aquel momento el banco estaba opado por el Banco de Bilbao y nadie tenía capacidad de respuesta. Conde, sí la tuvo.

En poco tiempo, sin embargo, la presencia de Conde en el banco enturbió las buenas relaciones que, al menos aparentemente, mantenían, las familias. Las dos que más mandaban -Garnica y Argüelles- dejaron el banco y vendieron sus acciones por estar en contra de la gestión de Conde. Jaime Argüelles era vicepresidente, y su hijo Jacobo, alto ejecutivo.

Otro que se enfrentó con Conde fue Juan Herrera. Sin embargo, el marqués de Viesca de la Sierra dio su confianza a Conde durante algún tiempo, hasta que, por culpa de sus distintos puntos de vista sobre el futuro de la petrolera Petromed, que presidía Herrera, se enemistaron. Herrera dimitió, aunque negoció con Conde que permaneciera en su lugar su hijo Juan Herrera Martínez-Campos.

El compromiso nunca llegó a cumplirse y Mario Conde cosechó un enemigo más. Parecido camino siguieron los Serratosa, que, sin ser de las familias tradicionales, se habían abierto un hueco en el consejo. Sus desavenencias con Conde provinieron por las diferencias en el grupo cementero. Los demás formaron piña con el nuevo presidente, y en el momento de la destitución todos estaban en el comité ejecutivo.

Gastos desmesurados

De esta forma, la asechanza de Conde unió a López de Letona con las más influyentes familias. Ahora coinciden en el diagnóstico sobre Banesto: política de expansión del crédito a cualquier precio, financiación en el interbancario a tipos altos, concentración de riesgos, inversiones de baja rentabilidad y crecimiento desmesurado de los gastos de explotación, sobre todo los de personal y representación."Es cierto", afirma López de Letona, "que el Banco de España ha elevado paulatinamente las necesidades de solvencia de, la banca en los últimos años, pero eso ha ocurrido a todo el sistema bancario y los demás bancos lo han soportado". Fuentes de las familias tradicionales, por su parte, han señalado que "la gestión de Conde se ha centrado más en apuntarse recursos por la vía de ingeniería financiera que en generar recursos a través del negocio típico bancario de recoger dinero y prestarlo".

Sobre el papel que ha ejercido el banco norteamericano J. P. Morgan también hay similitudes entre Letona y las familias. A su juicio, Morgan, más que ayudar a Banesto se ha servido del banco español. Según López de Letona, esta firma no ha arriesgado un céntimo en Banesto, tan sólo participa a través del fondo de inversión Corsair con unos 2.000 millones de pesetas. Banesto ha pagado a Morgan una cantidad muy superior en concepto de asesoramiento por la ampliación de capital, que estaba en marcha cuando el banco español fue intervenido.

Los antiguos gestores, ante la magnitud de las cifras que han conocido, creen que el saneamiento será muy complicado. Consideran poco menos que inevitable que se produzca alguna reducción del capital, porque "si no fuera así se producirían agravios comparativos. La mala gestión de una entidad bancaria deben asumirla los accionistas. Los trabajadores de la entidad son, en este caso, parte de esos accionistas, y como tal también se van a sentir perjudicados".

Los antiguos gestores, sin embargo, no se atreven a apostar por ninguna fórmula para el futuro del banco y tampoco se quieren pronunciar sobre si es bueno que la entidad siga como marca, que sea adquirida por otro banco o sea troceada.

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