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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sublime y trivial

Los mejores artistas de entre aquellos que se han visto influidos por las diferentes orientaciones de sesgo conceptualista han sabido encontrar la manera de compensar en los dominios de la experiencia sensible la oscuridad del pensamiento -a menudo espeso, algunas veces sutil y en ocasiones bastante escueto que eventualmente habría de dar fundamento a sus obras.En el caso de Serge Spitzer (Bucarest, 1951), instalado desde hace tiempo en Nueva York, se reconocen rastros de esos caminos, y quizá debe su singularidad a su condición vagamente extraterritorial, a la saludable distancia interior con que ha tenido que afrontar la situación del arte contemporáneo. Su trabajo se ha distinguido desde el principio Por su tendencia al aprovechamiento del espacio como lugar donde los objetos no sólo se hacen visibles y presentes, sino que, en ese mismo proceso, se ocultan y se ausentan. Los estantes de mediados de los setenta, por ejemplo, sostenían objetos inaccesibles o sólo parcialmente visibles desde la posición del espectador. Ya en la década siguiente, causó cierto impacto su instalación de un auténtico carro de combate, apenas discernible desde la calle, sobre el tejado del Teatro de Jerusalén.

Serge Spitzer

Index 1972-1992. Instituto Valenciano de Arte Moderno. Centre del Carme. Museo, 2, Valencia. Hasta el 6 de marzo.

Esta misma estrategia de devolver la mirada del espectador a su condición ligeramente miserable es la que ha presidido también sus intervenciones en habitaciones o en los más diversos espacios arquitectónicos y urbanos. Ha respondido así con el desorden a sus estructuras funcionales, o alterándolos mediante el uso de proyecciones de diapositivas o de violentos dibujos en las paredes, o diseminando por los suelos distintos objetos y materiales en un marco de patente austeridad. En un texto escrito a propósito del Relevalor, una especie de cinta transportadora que no transporta nada y que recorre las oficinas de un banco de Hannover, Harald Szeeman calificaba el trabajo de Spitzer de "sublime y trivial". Seguramente tenía razón.

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