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Zapatistas por la gracia de Dios en la selva Lacandona

La gran influencia de la Iglesia en Chiapas obliga al Gobierno a pedir su ayuda en el diálogo con la guerrilla

Miguel Ángel Villena

Samuel Ruiz, el sesentón obispo de San Cristóbal de las Casas, es un auténtico , mito, una leyenda viva desde que hace casi 20 años apostara por los postulados de la teología de la liberación y la Iglesia de los pobres. De algún modo, este prelado calvo y bajito de estatura, parlanchín y gran comunicador de masas, sigue los pasos del famoso Fray Bartolomé de las Casas, que a mediados del siglo XVI fue el primer religioso español que defendió los derechos de los indígenas en Chiapas y por extensión en toda América Latina.Acusado de ser el ideólogo de los zapatistas por un sector de las autoridades y de los militares, la imperiosa necesidad del Gobierno de México de hallar una rápida solución al conflicto de Chiapas, Ruiz desempeñará un papel determinante en las negociaciones que se han abierto tras el alto el fuego del pasado miércoles. Tras recibir el apoyo de toda la Conferencia Episcopal Mexicana, Ruiz se mueve por las montañas, las ciudades y las selvas de Chiapas con la seguridad de contar con el apoyo de la inmensa mayoría de la población.

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El obispo de San Cristóbal de las Casas aparece como la figura más emblemática de esta Iglesia de los pobres en el Estado más subdesarrollado de México, pero los otros dos prelados, de Chiapas -Felipe Aguirre, en Tuxtla Gutiérrez; y Felipe Arizmendi, en Tapachula- participan totalmente de sus tesis.

La inesperada gravedad de la sublevación campesina indígena ha obligado también a decantarse a la propia Conferencia Episcopal Mexicana, que ha suscrito una declaración durísima contra la política del presidente Carlos Salinas de Gortari y de su Partido Revolucionario Institucional (PRI) que gobierna México desdé hace décadas con una férrea dictablanda, una hábil mezcla de populismo y corrupción, de palo y de zanahoria, que les ha sostenido en el poder sin apenas competencia.

En opinión de los obispos mexicanos, "el mal uso de la riqueza de algunos puede ser hasta un insulto para la pobreza de otros. Creemos que el sistema económico que genere el Tratado de Libre Comercio [firmado con Estados Unidos y Canadá] ha de tener en cuenta la situación de los campesinos y de los indígenas y propiciar una economía con rostro humano, una economía de la solidaridad".

Entre duros y blandos

En una evidente defensa de la actitud de los indígeneas y en una clara justificación de su recurso a la lucha armada, la Conferencia Episcopal añade: "No es propio de las culturas indígenas agredir a los adversarios. Ellos nos enseñan a todos la hospitalidad, el respeto a la vida humana, el esfuerzo por compartir los bienes de la naturaleza. Nos dan ejemplo de respeto y amor a Dios y a su Iglesia".

A fuego cruzado entre las acusaciones de ser instigadores de la revuelta del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y las recriminaciones de los sectores más radicales de los indígenas que les echan en cara la inutilidad de las vías pacíficas, miles de sacerdotes, de misioneros y de monjas dirigen hospitales, como el de San Carlos de Altamirano, gestionan escuelas para los niños y aprenden las lenguas de los tzeltales, tzotziles y lacandones.

Pablo Iribarren, el dominico que dirige la misión de Ocosingo, explica con una calma aprendida en años de paciencia: "Nunca podrán acusarnos de incitar a la violencia, pero desde luego nuestra tarea pastoral no pasa al margen de la miseria y del atraso. Nuestra evangelización abarca la totalidad de la persona y de la comunidad indígena. Por ello, difundimos un solo mensaje: el de la liberación. Si le quieren llamar teología de la liberación, llámenlo así".

Dominicos y franciscanos, especialmente, y también algunos jesuitas también siguen los pasos de sus antecesores que desde la conquista española-con algunas luces, pero también con muchas sombras- caminan con la cruz y con el catecismo junto a las espadas de antaño y junto a vehículos artillados y los blindados de hoy.

No obstante, lo que nadie puede negar es que en Chiapas la Iglesia católica y, en mucha menor medida, otras confesiones cristianas, han llegado a zonas donde nunca pisaron ni las autoridades civiles del PRI, obsesionadas sólo por corromper a los líderes indígenas que garantizan a veces el 100% de los votos para el partido del Gobierno, ni los militares, especializados en la represión pura y dura. La mayoría del clero de Chiapas está integrado por mexicanos, aunque entre los misioneros y las monjas aparezca una significativa presencia de españoles, franceses y de religiosos procedentes de otros países latinoamericanos.

Secretos a voces

Este arraigo social en todo el Estado de Chiapas otorga a la Iglesia increíbles facilidades para establecer contacto con los miles de guerrilleros zapatistas refugiados en la inaccesible selva Lacandona, en la frondosa frontera con Guatemala. Todo el mundo en las calles de San Cristóbal sabe que algunos de los dirigentes del EZLN han sido feligreses y discípulos aventajados de esta Iglesia de los pobres e incluso algunos comunicados políticos redactados por los rebeldes despiden un inequívoco aroma a púlpito e incienso.

Del mismo modo, también resulta un secreto a voces que algunos religiosos pueden haberse echado al monte con los guerrilleros, tomando las armas en defensa de los pobres y de los indígenas. La propia Conferencia Episcopal ha tenido que salir al paso de estas informaciones y con un estilo de diplomacia florentina ha subrayado: "Si alguno de los miembros del clero, por su convicción subjetiva, se ven involucrados [en la guerrilla] esto es independiente de la misión que hayan recibido y no tienen la aprobación de su obispo ni de la Iglesia".

En cualquier caso, en las tres jornadas de mediación y de búsqueda de diálogo que el ex canciller mexicano Manuel Camacho Solís ya ha invertido en el estado de Chiapas recogiendo información, no se ha despegado ni un minuto de Samuel Ruiz, del vicario Gonzalo Ituarte o de los centenares de curas que representan para él y para el Gobierno la única garantía de un auténtico alto el fuego con los guerrilleros zapatistas.

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