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Los Magos

Al cabo del año, dicho sumarialmente, quedan dos tipos de hombres: los que brindan y los que no. Es decir, los que han sobrevivido y los que no. Por que para eso se sobrevive, para brindar. Y en eso consiste el brindis, en dar testimonio de que somos supervivientes. Y entre el primer brindis del año y el último pues está el, resto: "La parte de la vida que vivimos es ínfima.Es cierto; el resto no es vida, sino tiempo" (Séneca).Pues eso, tiempo en latín clásico, supervivencia en lengua romance. Y por eso será que acudimos al finalizar el año a esa especie de albacea testamentario que le administra sus bienes, el reloj, por si acaso pudiera devolvemos algo de esa ínfima vida que nos ha ido cambiando por tiempo a lo largo del año. Pero nada, el muerto se lleva a la tumba el usufructo de nuestro trueque. Y vuelta a empezar. Pero antes, los Magos.

Creo que, de todo el sistema de creencias que se va resquebrajando a lo largo de nuestra vida, la que más lamento haber perdido es la de los Reyes Magos. Y los. regalos tienen su importancia para añorar esta pérdida. Al fin y al cabo, por ser la única creencia que suele reportar beneficios inmediatos y tangibles, es la más inteligente y digna de conservarse.

Y probablemente, por esa misma razón, es la primera que se pierde sin que el aparato teológico o eclesial haga nada por impedirlo o se muestre preocupado. Craso error, porque a la larga los, niños no perdonan tan grave decepción. Se empieza por dejar de creer en los Reyes Magos y acaba siguiendo todo lo demás: María, el infierno o la misma pompa vaticana por real, tangible y de este mundo que sea. Es cierto que tanto regalo nada más nacer y sin venir a cuento es como para mosquearse. Me imagino al mismo Niño Jesús pensando: "Lo que me deben estar preparando para venir a halagarme así tanta gente, y de, tan lejos, y con tanto regalo. No augura nada bueno un principio tan feliz".

Esa manera de ocultar, con la pila de presentes, la entrada del portal de Belén para que no pudiera ver la vida desde la cuna, con su cruz al fondo, es pira volver desconfiado a cualquiera, incluyendo al mismo Cristo. Esta noche pienso en los Reyes Magos y en la polvareda que deben levantar en el desierto con su caravana de regalos. Me gustan más los Magos que Papá Noel, porque vienen por el desierto y entran por la ventana. Y el desierto era el lugar donde acudían los padres de la Iglesia para escuchar las voces de la carne y recordar de nuevo los nombres de todos sus deseos. Me meto en la cama y siento el fuego de la arena en las plantas, de los pies.

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