Lisboa se viste de gala para ser capital de la cultura
Portugal invierte 80.000 millones de pesetas con los ojos puestos en la Expo Universal de 1998
Lisboa se vestirá de gala para ser, a partir del 26 de febrero -fecha de la inauguración oficial-, capital europea de la cultura para 1994. El presupuesto general para esta celebración asciende a unos 80.000 millones de pesetas, de los que una buena parte se han destinado a infraestructura. Esta elevada cifra contrasta con los 6.500 millones que tuvo Madrid 92, pero Portu gal se ha volcado porque Lisboa 94 servirá de ensayo general para otro evento aún más ambicioso: la Exposición Universal de 1998. Los organizadores han decidido centrar toda su atención en las riquezas de la propia ciudad de Lisboa, sus teatros y museos, su arquitectura, sus calles, su gente. Habrá un intenso programa de actuaciones musicales, teatrales y de exposiciones.
La Ciudad Blanca se ha sacudido el polvo y las tristezas que a lo lar go de los años había acumulado sobre sus fachadas y monumentos y parece resuelta a reivindicar el lugar que le corresponde de derecho como una de las cunas de la cultura del Viejo Continente, si esta palabra tiene algún significado al margen de la retórica de los discursos de circunstancia.La comisión organizadora de cidió, muy acertadamente, no orientarse por el camino de las exposiciones temáticas y hacer de la propia ciudad de Lisboa la protagonista de la fiesta. Lisboa 94 será, en primer lugar, una oportunidad excepcional de conocer, o volver a ver, esta ciudad que fue hace 500 años una de las grandes capitales de Europa, lugar de encuentro de gentes y culturas diferentes y que parece ahora despertar después de si glos de letargo y decadencia.
Es una opción dictada, en primer lugar, por motivos económicos, puesto que permitirá juntar al programa oficial las mil iniciativas particulares y privadas de un pueblo que hizo de la hospitalidad y del arte de bien recibir uno de los rasgos dominantes de su manera de estar en el mundo.
Una opción estratégica también, porque Lisboa 94 servirá de ensayo general para otro evento aún más ambicioso: la Exposición Universal de 1998, la última del siglo, que conmemorará el quinto centenario de la llegada de Vasco de Gama a la India, volcada hacia el Oriente y el otro lado del mundo.
Restauración
Una parte sustancial del esfuerzo financiero fue orientado hacia la restauración del patrominio arquitectónico de la ciudad, de sus accesos y vías de comunicación, espacios naturales y museos. Los presupuestos -unos 80.000 millones de pesetas, de los cuales apenas un 10% es aporta do por el mecenazgo institucional- dieron lugar a las habituales disputas entre los cicateros, siempre dispuestos a considerar un "despilfarro" el dinero gastado en teatros y conciertos cuando hacen falta viviendas y hospitales, y nostálgicos, que lamentan la excesiva modestia de los eventos nacionales comparados con lo que hicieron otros países. Para no hablar de las también inevitables disputas, rivalidades personales y acusaciones de "sa botaje" o "clientelismo". Pero el hecho de haber escogido para presidente de la comisión organizadora al socialista Vítor Constancio, ex secretario general del partido socialista, ex ministro de Finanzas y ex gobernador del Banco de Portugal, economista y hombre de cultura, ahorró al Gobierno de Cavaco Silva muchos de los procesos de intención y muchas de las guerrillas político-culturales que suelen marcar las grandes iniciativas del Estado, en un medio aún pro fundamente provinciano como el de la inteligencia portuguesa.La secretaria de Estado de Cultura se quedó con el encargo de preparar las infraestructuras, que incluyen la renovación y restauración de los principales museos de la ciudad y la cofinanciación de otras obras de recuperación, como la del famoso y popular Coliseo de los Recreos. En cambio, consiguió hacerse perdonar la empresa más vilipendiada del cavaquismo: el Centro Cultural de Belén, abierto al público en 1993 y que dio origen a una auténtica guerra de los ancianos y de los modernos.
Dicho esto, Lisboa 94 será, en primer lugar, una oportunidad única de ver -o volver a ver- una ciudad en profunda mutación, en busca de una nueva síntesis entre su pasado y el futuro.
Para hacerlo se le ofrecen dos grandes ejes que cruzan la ciudad de lado a lado, sembrados de monumentos, museos y exposiciones. El primero, entre Belén y Xábregas, siguiendo la orilla del Tajo de Oeste a Este y que corresponde a la fachada histórica y monumental de una ciudad que nació del río y del mar; el segundo, del Terreiro do Paço (hoy plaza del Comercio) a las quintas (fincas) por la avenida de la Libertad y las avenidas nuevas, del Sur hacia el Norte, siguiendo el orden cronológico de crecimiento de la capital, de la Baixa (reconstruida por el marqués de Pombal después del terremoto de 1754) a las casas de campo y palacios de veraneo de los aristócratas y grandes burgueses, que se habían quedado sepultadas en medio de los dormitorios suburbanos.
Dos guías especialmente preparados para esta ocasión indican los lugares a visitar. Dos recorridos culturales que permiten descubrir los secretos de la ciudad. El primero, que se podría llamar bohemio-literario, invita a descubrir el fado, la música popular, los escritores y poetas lusitanos, y a deambular siguiendo los pasos de Fernando Pessoa, cuya casa, finalmente recuperada, ha sido transformada en museo, que se inaugurará próximamente.
Recorridos
Turístico-artístico el segundo, llamado Séptima Colina, que propone un recorrido entre el Cais do Sodré y la plaza del Rato. Obras de restauración y limpieza han devuelto a las fachadas y al patrimonio arquitectónico su brillo y riqueza cromática; algunos edificios tienen azulejos de artistas contemporáneos; el romántico convento de las Inglesinhas es el polo más importante de las exposiciones y de la animación prevista para esta zona, pero las tiendas de anticuarios de la calle Don Pedro V y el convento de la Trinidad son otros de los atractivos del programa.Si la cultura es lo que queda cuando hemos olvidado todo, Lisboa es, seguramente, cultura hasta el último rincón de sus callejuelas y plazuelas, hasta el salitre que cubre las piedras de los monumentos que recuerdan su epopeya trágico-marítima, hasta la luz y los olores fuertes de café y canela, pimienta y clavo de, la india, que impregnan aún muchos de sus barrios más castizos.
Lisboa, soñadora y vagabunda, de reyes-mercaderes y navegantes, medio poetas, medio negreros, que la dejaron para siempre marcada por el cuño de la soledad.
Soledad que, dicen, es el origen del fado, que no podía dejar de tener un lugar destacado en esta Lisboa 94 y que será, tal vez por primera vez, estudiado y diseccionado bajo sus diferentes aspectos, temáticos y musicalles, históricos y sociales, para no hablar de sus grandes intérpretes y del instrumento al que está asociado, o sea, la guitarra portuguesa, de la que algunos descubrieran sus insospechados recursos.
Como capital europea Lisboa se prepara para recordar que fue ella la que abrió las puertas del Océano y trajo en el vientre de sus naves y carabelas, entre las sedas y la pimienta, el oro y el marfil, los negros esclavos, sus ritmos y sus músicas, colores, sabores, perfumes nunca antes soñados.
Babelia
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