_
_
_
_
Reportaje:

Qué hacemos con el psicópata

Retrato de los antisociales, entre la cárcel y el psiquiátrico

Ana Alfageme

¿Qué es un psicópata? Alguien como Francisco G., un hombre de 39 años que dice, con inquietante frialdad, que algo "irrefrenable" le obligó a matar por la espalda a 11 personas, la mayoría mendigos, compañeros de andanzas. Su caso salió a la luz, tras la confesión, la semana pasada.Francisco es un vagabundo habitual del cementerio madrileño de la Almudena; para buscar satisfacción sexual, ni respetó las tumbas. En los tratados de psiquiatría ya se reseña que la necrofilia o el exhibicionismo se vinculan -como el vagabundeo- a la psicopatía, un transtorno que ya fue descrito a principios del siglo XIX con el nombre de monomanía impulsiva.

Francisco, callado y de pocas luces, entró ya en la cárcel con 20 años, por una violación, se pasó entre rejas 12 años, y volvió a ser detenido otras veces por pequeñeces, como robos o hurtos. Desde 1987 hasta septiembre pasado acabó con siete hombres y una mujer de un golpe en la cabeza o de varias puñaladas. Siempre por la espalda y cuando, al vino -es alcohólico-, le añadía unos Rohipnoles (un hipnótico). Esta combinación convertía en una bomba su impulsividad. Al crimen le podía seguír una sesión de necrofilia e incluso mutilaciones, algunas pensadas para hacer irreconocible el cadáver.

Francisco pudo haber sido un veterano de la Legión, o un paracaidista. En sitios así, donde se pueden despachar en cuanto a riesgo y tienen la mayor disciplina posible, encuentran algunos psicópatas su dificil equilibrio. El se quedó en el riesgo de la marginalidad.

Está también diagnosticado de esquizofrenia (pensaba que algunos le perseguían y en una ocasión tiró a una vecina escaleras abajo) y es un viejo conocido en el hospital Psiquiátrico Provincial de Madrid. Le llevaba la policía desde el cementerio tras profanar tumbas o llegaba él deseando ingresar y para ello aseguraba haber matado. La medicación le mejoraba algo su delirio, pero la libertad del hospital le inquietaba: pedía ir a la cárcel. Incluso sus médicos aseguraban que el psiquiátrico no era un medio adecuado para él. La observación fue ejemplar: se fue de allí un día de septiembre con otro enfermo, lo mató y quemó su cadáver. Ello destapó la colección de crímenes.

Los psiquiatras consultados dicen que el trastono que caracteriza a Francisco, el del psicópata asocial, -hay otros tipos más inofensivos y muchos, modernamente, camuflados bajo la condición de drogadictos- apenas tiene tratamiento: "No hay sufrimiento, ni culpa por nada y por tanto, no hay posibilidad de mejora", comenta uno. Si no se benefician del ambiente de un psiquiátrico, e incluso lo amenazan, ni de la medicación, ni de otros apoyos ¿qué hacer con gente como Francisco? "A la cárcel con ellos si han cometido delito", dice otro médico. "Lo que está claro es que saben que han hecho mal y por lo tanto son responsables de sus actos. Los locos que matan con su delirio lo hacen a plena luz del día; pero éstos se esconden", comenta un directivo de un psiquiátrico.

"Y es que", dice el responsable de una unidad de enfermos mentales de un hopital genenral de Madrid, "el límite del psicópata es la ley, las rejas, la represión". "Es un fracaso su paso por aquí. Al llegar se tarda 20 minutos en explicarle lo que no puede hacer y otros 10 en decirle lo que ocurrirá si se salta las reglas. Al final, se tiene que ir porque se salta todo a la torera", dice el médico.

En Dinamarca se crearon unos centros para psicópatas más parecidos a cárceles que a hospitales psiquiátricos. "¿Pensiones cuarteleras?", se pregunta un psiquiatra. "Nunca lo defendería en público, en privado probablemente, pero ¿cómo privar de libertad a alguien que aún no ha matado?".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_