Los ochenta de Gordillo
Con alguna razón se ha quejado Gordillo de cierta tendencia perceptible en eso que él llama "la opinión española" a dejarle "clasificado históricamente en los años setenta". Es decir, en ese contexto en el que se pudo hablar incluso de un gordillismo renovador y refrescante, liberador de prejuicios ingenuamente antipictóricos y, desde luego, legendario fecundador de nuevas orientaciones figurativas.En cualquier caso, que la obra de Gordillo venía urdiéndose desde bastante tiempo atrás y que había de seguir desplegándose después y desarrollándose con pleno sentido, eso es algo que resulta perfectamente evidente. Y la verdad es que esta muestra, centrada en sus trabajos de los años ochenta, aunque ilustrada con obra anterior y complementada con piezas recientes, no hace sino confirmarlo.
Luis Gordillo
Instituto Valenciano de Arte Moderno. Centre Julio González. Guillem de Castro, 118. Valencia. Hasta el 30 de enero.
De hecho, dos cosas son las que pueden comprobarse sin dificultad. La primera, como él mismo ha subrayado, es la clara conexión existente entre su posición actual y sus orientaciones más tempranas, o más bien la continuidad profunda que se manifiesta, a pesar de todas esas famosas crisis sobre las que se ha levantado su obra, a lo largo de toda su trayectoria. Lo cual nos lleva a la segunda comprobación: a saber, que esa continuidad deriva de una actitud muy peculiar ante el mundo, una actitud que se revela como una de las más idóneas cuando de lo que se trata es de tomarse en serio la pintura y ofrecerla -y aprovecharla- como vehículo de una experiencia capaz de traspasar la banalidad habitual del "inundo de la vida".
Baste pensar en la insistencia de Gordillo en mostrar la interpretación de lo orgánico y lo mecánico en virtud de - su común ineluctabilidad, o de lo informe y lo construido en virtud de su común origen. Cruyéres, Gérmenes, Condensaciones, Situaciones meándricas, Contenedores, Animales, Cilindraciones: contextos y procesos, se diría, que podrían valer como representaciones del asombro ante los interminables flujos de unas energías pulsacionales o simplemente materiales, mejor o peor administradas. O Cabezas, Piscinas, Adoraciones, Series, pueden interpretarse como metáforas, entre otras cosas, de la pintura misma y de los violentos vaivenes de la experiencia que le corresponde. De cualquier modo, lo bien cierto es que Gordillo parece haber sobrevivido al gordillismo, tanto al auténtico como al espurio.
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