Como si de tu familia se tratase
Los responsables de las corporaciones locales, como los del resto de las administraciones públicas, deberíamos hacernos la simiente pregunta: ¿por qué o probamos a administrar nuestras economías públicas como nuestras economías domésticas?Las corporaciones locales tienen la ventaja de que sus bienes son inembargales, pero ello no les exime de la responsabilidad de tener el sentido común suficiente de no gastar más de lo que pueden pagar.
En 1983 se aprobó la Ley de Saneamiento de las Corporaciones Locales, que solucionó el problema financiero en que los ayuntamientos habían incurrido durante el periodo 1979-1983. Durante la transición se tuvieron que hacer muchas acciones excepcionales. La Ley de Saneamiento de las Haciendas Locales fue una de ellas, y buena fue para normalizar la vida política y administrativa de nuestro país.
Pero la transitoriedad excepcional se acabó una vez que la Administración central se hizo cargo de las deudas acumuladas por los ayuntamientos y ordenó un sistema de financiación por el que se posibilita flexibilizar cuanto se quiera su nivel de gasto.
¿Quién ha obligado al Ayuntamiento de Madrid a tener en estos momentos 200.000 millones de pesetas de deuda cuando en 1989 era la cuarta parte? ¿Por qué tiene que pagar el conjunto de los españoles con sus impuestos la mala gestión de un gobierno local? De uno, de siete o de cien magníficos o mediocres.
Acudir a plantear el reordenamiento del papel de cada una de las tres instancias administrativas y, por tanto, el reordenamiento de su financiación no es más que una coartada para justificar lo injustificable.
No se trata, pues, de que cada varios años replanteemos pretendidos grandes debates sobre la financiación de las haciendas públicas locales, ni hacer grandes ejercicios de ingeniería financiera. Se trata simplemente de tener sentido común en la gestión del gasto público... Como le ocurre a cualquiera en su familia-
Concejal del Grupo Municipal Socialista del Ayuntamiento de Madrid.
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