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El fantasma de la Casa Blanca

Dos meses después, la mayoría de la gente quiere olvidar

El ex vicepresidente Alexandr Rutskói fue ayer, a las 9.30, el primero en votar en la cárcel dé Lefórtovo, donde se encuentra desde el 4 de octubre, tras ser detenido en la Casa Blanca. Ruslán Jasbulátov, presidente del Sóviet Supremo disuelto, se negó a votar en señal de protesta porque considera que su detención es ilegal, según la agencia Interfax. Jasbulátov trató de presentar su candidatura a la Duma por la repúbica caucásica de Daguestán, pero le fue impedido por expresa decisión del presidente, pese a que sobre él no pesa condena alguna.Diversos diputados de países europeos, que han acudido a Rusia para supervisar el desarrollo de las elecciones, se han interesado por ambos presos. Uno de ellos ha sido el diputado español del Partido Popular Federico Trillo que expuso, ante las autoridades rusas con las que se ha entrevistado, su preocupación por la existencia de "presos políticos" en el país. Cuando este tema fue expuesto durante la reunión que siete representantes del Congreso y el Senado españoles mantuvieron con Serguéi Filátov, jefe de la Administración presidencial, éste no pudo contener su enfado y lanzó con fuerza sobre la mesa el lápiz que llevaba en la mano.

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"Fue horroso". Y se callaban. La mayoría quiere olvidar los enfrentamientos de Moscú del 3 y 4 de octubre, que se saldaron con 147 muertos, según las cifras oficiales. "Lo realmente importante es que no vuelva a suceder", añadían la mayor parte de los ciudadanos rusos abordados ayer, a pie de urna por este diario, con el fin de pulsar su estado de ánimo a poco más de dos meses del bombardeo de la Casa Blanca. "Siempre estamos discutiendo, pero hoy es domingo y prefiero disfrutar de él", comentó Iliá, un joven ingeniero. ¿Ve muy lejos aquellos hechos? "Sí, lejanísimos".Dmitri Zalatujin, un joven actor que vive en las proximidades del bombardeado Parlamento, es de los pocos que se extendió en su respuesta. "Esta vez nadie les llevó flores a los soldados, contrariamente a lo que sucedió en agosto de 1991", recordó. "Disparar contra el propio Parlamento es horrible para Rusia y trágico para Yeltsin". Reflexionó un poco más: "Yo vivo aquí cerca y vi lo que pasó el día 3. Fue apocalíptico. Vi gente reclamando que se colocara la bandera roja con la hoz y el martillo, al tiempo que alguien proclamaba desde el balcón Cristo resucita y los nazis de Barkashov gritaban ¡Viva Rusia! brazo en alto. Era una situación irracional".

Zalatujin ha representado en la pantalla al zar Pedro I, el personaje histórico preferido por Yeltsin: "Pero no se parecen. Pedro I destruyó, pero también construyó, mientras que Yeltsin es incapaz de construir".

Galina, una médico de 35 años, hizo esta reflexión ante los acontecimientos de la Casa Blanca: "Si había extremistas, se tendría que haber tratado de otro modo. Había muchos desorientados y rehenes. Si Barkashov y Konstantínov decían cosas que eran intolerables y violaban las leyes, ¿por qué no se utilizaron a su debido tiempo los mecanismos legales?" Ana y Olga son dos jóvenes amigas bien distintas que votaron en el mismo colegio. "Aquello fue un espectáculo. Puro teatro", opinó Ana.

Dmitri Frólov es un ingeniero de 42 años votante de Opción de Rusia. "Ellos [el Parlamento] lo provocaron todo de manera consciente. Se creían que la gente iba a ir detrás de ellos. Podría haber sido mucho peor". Su madre, Lilia, votante comunista, opina todo lo contrario. "Todo fue una provocación de Yeltsin que no tendría que haber ordenado disparar. No se podía actuar así. Mientras esté él [Yeltsin] no habrá tranquilidad".

Alexandr es un joven militar que votó al Partido Democrático. "Se imagina usted que Bush hubiera hecho lo mismo. Los militares estamos en contra de actuar como se ha actuado, contra gente indefensa".

"Yeltsin hizo lo correcto porque no tenía otra posibilidad", comentó Ivana, una bibliotecaria que se opone a la Constitución y vota a Yavlinski. Volodia, un trabajador de la construcción, aporta su experiencia para apoyar la reflexión de Ivana. "Yo estaba el día 2 por la calle Arbat, porque había allí una fiesta, y antes de que empezaran los enfrentamientos [fueron el prólogo a las matanzas de los dos días siguientes] vi a un tipo con una barra de hierro y le pregunté por qué la llevaba. Me respondió: Para matar policías".

Nadie tenía razón

Alexandr Melovoi es un diplomático de mediana edad, vecino del área donde está la Casa Blanca. "Me vinieron a la cabeza los recuerdos de la gran guerra patria. Vi los bandidos que asaltaban el Ayuntamiento y pensé que aquello era una revolución fascista. Allí estaba Barkashov con su destacamento. Aunque parezca mentira a finales del siglo XX, aquello era la revancha fascista". Otro vecino, Serguéi, se dedica a negocios privados. ¿Quién tenía razón el 3 y 4 de octubre? "Nadie, pero no me gustan los comunistas. Yeltsin ha de acabar lo que empezó".

A Serguéi probablemente le habría gustado lliana, una pequeña y preciosa. votante comunista que se presentó en su colegio electoral con un coqueto pañuelo anudado a la cabeza. "Es difícil valorar aquellos hechos porque unos y otros actuaron defendiendo lo que creían que tenían que defénder", comentó.

Por allí corría un niño, que a sus 11 años no pudo votar, aunque lo merecía: "Hay gente que no sabe arreglar las cosas en paz", dijo sobre los enfrentamientos de octubre. "Juegan a la guerra como si fueran niños".

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