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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ayer murió el apartheid

DESDE HACE algunos meses, la prensa de todo el mundo viene anunciando que, por fin, se ha enterrado el apartheid, la discriminación legal por la raza, en Suráfrica. La historia reivindicará más de una fecha como posta final de un infamante régimen que ya es historia. Pero el día de ayer, probablemente, representa mejor que cualquier otro esa idea de cambio histórico. Poco antes de las 10.30 de la mañana del martes 7 de diciembre de 1993 se constituyó en El Cabo el primer organismo de gobierno multirracial y democrático con poderes sobre toda Suráfrica.El Consejo Ejecutivo de Transición, como se llama el organismo, será una especie de supergobierno, o de entidad por encima del Gobierno, cuya misión fundamental será la de promover la creación de las condiciones necesarias para la celebración de las primeras elecciones libres en Suráfrica el próximo 27 de abril de 1994.

El Consejo está integrado por representantes de 19 grupos políticos pertenecientes a la mayoría negra y a las minorías blanca, india y mestiza, aunque las formaciones políticas principales son, naturalmente, el ANC (Congreso Nacional Africano) del líder negro Nelson Mandela, y el partido Nacional del presidente blanco Frederik de Klerk, los dos principales actores en el desmantelamiento del sistema segregacionista. En la práctica, el organismo hace las funciones de mecanismo de garantías por el que el, grupo político de Mandela podrá supervisar la acción del Gabinete y para que el propio Mandela actúe virtualmente como copresidente del país.

El proceso que ha llevado hasta esta antesala de la democracia ha sido durísimo, está copiosamente bañado en sangre y no engloba a segmentos cruciales de las dos comunidades mayores: ni el grupo Inkhata del líder zulú, Mangosothu Buthelezi, con algunos millones de seguidores, ni los blancos racistas del partido Conservador forman parte del Consejo.

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Por razones diferentes, unos y otros forman hoy una alianza de hecho que debilita el tronco ciudadano en el que se apoya el proceso de reformas, y puede augurar graves inestabilidades para el futuro. Los zulúes de Buthelezi argumentan que las tesis conjuntas, el compadreo incluso, de ANC y Partido Nacional llevan al país a la imposición de un sistema unitario que se compadece mal con las diferencias nacionales o tribales dentro de la propia población negra; por esta razón, Inkhata aboga por un sistema mucho más federalizador, que preserve el dominio de los zulúes en la provincia de Natal, donde son mayoritarios. Los conservadores blancos, de los que un líder extremo sería el filonazi Eugene Terreblanche, reclaman ese mismo federalismo, pero aún más radicalizado, para constituir un Estado semi-independiente y sólo para blancos en la futura Suráfrica.

Un cierto jacobinismo se ha impuesto como solución de gobierno para diferentes pueblos, a los que, sobre la espuria base del color de la piel, se quería hacer creer que un federalismo en la separación era la mejor fórmula para el desarrollo político y económico. Ese ab surdo criminal ya no es hoy de recibo. La advocación triunfante de "Un hombre, un voto", sin distinción, tenía que barrer, en esas circunstancias, toda otra consideración protectora de los derechos grupales. El tiempo surafricano de hoy es el de la democracia en estado aritméticamente puro. El futuro dirá si hay un día correcciones que establecer al sistema.

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