_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Europa se construye con trabajo

INICIATIVAS DE crecimiento que tomadas autónomamente por cada país suscitarían efectos perversos para su economía, pueden, sin embargo, resultar viables si se plantean- de manera conjunta y simultánea por todos los que componen la Unión Europea (UE). Esa es la idea directriz del plan Delors para la creación de 15 millones de puestos de trabajo de aquí al año 2000. Se trata, a la vez, de un plan susceptible de reactivar el proyecto europeo tras la relativa parálisis de los dos últimos años.La experiencia reciente ha demostrado que intentos de estimular el crecimiento de la demanda, y con ella el del empleo, producen en las economías nacionales desequilibrios difíciles de controlar. De un lado, ese aumento de la demanda repercute, al menos en parte, en fabricantes de terceros países, muchos de ellos extracomunitarios, capaces de producir a más bajo coste. Ello afecta a la balanza comercial, especialmente en aquellas economías que. padecen los efectos de un fuerte déficit exterior, como la española. Su influencia sobre el empleo es, así, dudosa.

El aumento del déficit público que resulta del crecimiento de la inversión estatal se suma a la ya importante, deuda acumulada en la mayoría de los países europeos, lo que presiona contra el descenso de los tipos de interés (y por tanto, de la inversión privada). Esos efectos pueden ser menores si la iniciativa se plantea a escala comunitaria y coordinada por la Comisión de la UE. Respecto a la balanza comercial, la apertura de todas las economías comunitarias registrada en los últimos años se ha traducido en un mayor intercambio entre los países miembros, manteniéndose constante -por debajo del 10% del PIB comunitario- el registrado con el exterior (con Japón y Estados Unidos singularmente). Esto permite considerar que una reactivación coordinada no sólo no aumentaría la dependencia exterior, sino que favorecería la producción y el empleo.

Respecto al déficit, puesto que una parte del esfuerzo inversor se financia con cargo al presupuesto de la Comunidad, sin deuda acumulada, y se invierte en una moneda fuerte como es el ecu, su repercusión sobre el precio del dinero no tiene por qué ser considerable. Se evita así entrar en ese círculo perverso que acaba comunicando déficit y paro.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Se trata, entonces, de medidas anticíclicas, de estímulo de la demanda. Pero el Libro Blanco sobre la Competítividad, el Crecimiento y el Empleo (el nombre quiere subrayar el carácter complementario de sus objetivos), presentado por Delors, aspira a hacer compatible ese estímulo con las reformas planteadas ahora por los Gobiernos europeos: rigideces del mercado laboral, inflación en el sector de, los servicios, etcétera. Esa combinación de políticas, imposible en un solo país, puede resultar viable en el conjunto.

Tal es, en todo caso, la apuesta europeísta de Delors -y de la actual presidencia belga- para hacer frente al principal problema actual del continente, pero también para probar que las instituciones comunitarias, tachadas de burocráticas o inútiles por los euroescépticos, son capaces de responder a problemas concretos de los ciudadanos. Se trata de una apuesta, por otra parte, centrada precisamente en las infraestructuras y comunicaciones, algo que por sí mismo favorecerá la conexión entre los países miembros y que mejorará la productividad conjunta de la economía europea, tomada como un todo, respecto a competidores exteriores.

El Libro Blanco intenta dar un nuevo impulso al proyecto europeísta en un momento en el que, por causas diversas, se refuerzan las tendencias a la introspección nacional en diversos miembros de la UE y los proyectos más ambiciosos de Maastricht parecen pospuestos sine die. Las críticas que ya ha cosechado procedentes de los responsables económicos del Reino Unido eran previsibles. Que Alemania y Holanda se hayan sumado a las mismas hace temer que el libro acabe no siendo más que eso: un libro. Pero su eventual fracaso no debería alegrar a nadie. Se trata de una iniciativa ambiciosa para una Europa unida y competitiva en el mundo, que no por tener hoy más críticos es menos necesaria.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_