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Garci termina de rodar un 'western' de sentimientos

El realizador español adapta al cine 'Canción de cuna'

Guillermo Altares

A María Luisa Ponte le pareció una idea maravillosa volver a trabajar en la obra de Gregorio Martínez Sierra Canción de cuna, un texto que ya había interpretado en el teatro. A Diana Peñalver, una actriz de otra generación, le pareció ''una marcianada". Al final, ambas se vistieron de monjas, junto a Fiorella Faltoyano, Amparo Larrañaga y Virginia Mataix, y, ayudadas por el médico del pueblo (Alfredo Landa), adoptaron a una niña (Maribel Verdú) que se cruzará en la vida de Carmelo Gómez.

José Luis Garci consiguió llevarles a todos a su terreno: "Canción de cuna es una película en la que he apostado mucho por los sentimientos, por ponerlos sin rubor delante de la cámara, no es una película de época, sino de otra época. Para mí es un western de sentimientos". El filme se terminó de rodar en Madrid el sábado a última hora de la tarde, tras una maratoniana sesión de trabajo, en la que todos los intérpretes tenían que soltar unas lagrimillas. Garci ha querido hacer un melodrama con todas las de la ley.El director de Volver a empezar llevaba sin trabajar para el cine desde 1987, cuando estrenó Asignatura aprobada. Decidió regresar a la pantalla grande con una historia que llevaba rumiando desde hace años, cuando escuchó por primera vez la obra de Martínez Sierra (los últimos estudios han demostrado que fue escrita por su mujer, María Lejáraga) en una radionovela. "La escuché un día por la radio y siempre quise saber porqué me emocioné tanto. Pero el melodrama es un género muy difícil, quizás el más dificil. Por eso esperé para rodarla a -haber adquirido una mayor solidez de oficio, a saber valorar mejor las ausencias en los planos", señala el realizador.

Decidió rodarla, a partir de un guión escrito junto a Horacio Valcárcel, a pesar de contar con muy poco apoyo económico: una subvención de 65 millones de pesetas sobre un presupuesto de 200 millones. La puesta de Garci es intentar atrapar al público por donde más le duele. "Vivimos en un mundo de desencanto continuo. Quise valorar un tipo de sentimientos que quizás no están de moda: la veracidad, la sinceridad, el amor".

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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