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Escándalos más allá de la imaginación

Brasil descubre con horror la verdadera cara de algunos de sus políticos

¿Qué novelista por más imaginativo que fuera podría ubicar al fugitivo testaferro del ex presidente Fernando Collor, Paulo César Farías, paseando entre las estrechas veredas de Bangkok o escondiéndose entre sus templos dorados? ¿O imaginar que el más calificado de los asesores del Congreso sobre el presupuesto nacional, José Carlos dos Santos, que circulaba con desenvoltura entre diputados, senadores y ministros, era en realidad un asesino monstruoso?El domingo, en Río de Janeiro, el escritor mexicano Carlos Fuentes comentó la sucesión de escándalos que conmueven Brasil como un interminable culebrón: "El gran drama de la novela latinoamericana es que se queda corta ante la realidad, que es tan extravagante que supera la imaginación de cualquier autor".

Farías, detenido en Bangkok desde el domingo, había desaparecido misteriosamente de Brasil el 30 de junio pasado, después de que un juez decretó su encarcelamiento preventivo y sólo reapareció en octubre, cuando un reportero de la televisión brasileña le entrevistó en Londres. Pero se esfumó enseguida y no se supo de él hasta que, tras una vuelta al mundo en 150 días, un viajero lo reconoció en un vuelo hacia Tailandia y avisó a la Embajada brasileña en Bangkok.

Después de un intenso trajín diplomático, las autoridades tailandesas lo detuvieron porque su visado estaba vencido. De inmediato, la Embajada brasileña canceló el pasaporte del prófugo, que ahora, sin documentos, no tiene cómo escapar. A pesar de que no existe ningún tratado de extradición entre Tailandia y Brasil, las autoridades de Bangkok se disponen a expulsar a Farías embarcándolo, probablemente mañana, hacia Río de Janeiro.

La noticia no podría ser más inoportuna para Collor. El encarcelamiento de Farías devuelve al primer plano de la atención los escándalos de su Gobierno, precisamente cuando la Corte Suprema se dispone a juzgar, la semana próxima, su inhabilitación para ejercer cargos públicos hasta el año 2000.

La otra novela que conmueve los medios políticos brasileños comienza con tonos de rosa. "¡Mi príncipe azul existía! Era tan maravilloso, pero también tan intimidante... Yo te amaba y te temía". Así rezaba una carta de Ana Elizabeth Lofrano a su marido, José Carlos dos Santos, quien con sus denuncias de corrupción ha sembrado el pánico entre muchos diputados y senadores. Algún tiempo después de haber recibido esas líneas, el 19 de noviembre de 1992, el príncipe encantado llevó a su amada a un lugar desierto a 50 kilómetros de Brasilia, donde le esperaban dos asesinos a sueldo que había contratado por 100.000 dólares.

Cuando los hombres simularon un asalto, como estaba convenido, Dos Santos selló la boca de su mujer con un pedazo de esparadrapo, le cubrió la cabeza con una capucha y ordenó a los vacilantes matadores que terminaran la faena. El príncipe encantado vio cómo los hombres hundían una piqueta en el cráneo de su esposa y arrojaban el cuerpo aún vivo en una fosa recién cavada. Un año después, el hallazgo del cadáver y la confesión de los asesinos contratados constituyen nuevos episodios del fantástico culebrón del presupuesto brasileño.

Para la policía fue un crimen pasional, pero muchos piensan que Ana Elizabeth murió porque sabía demasiado sobre el desvío de fondos estatales. El domingo pasado, antes de intentar suicidarse, Dos Santos escribió una carta a la policía acusando de corrupción, sin pruebas, a otros 16 parlamentarios, como el presidente de la Cámara de Diputados, Inocencio de Oliveira, o Benito Gama, quien presidió la comisión parlamentaria que investigó a Collor de Mello.

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