Berlín esotérico y Esteva metafísica

Coincidiendo con el estreno de la última película de Pedro Almodóvar -en la que Dis Berlín ha colaborado con una serie de collages surrealizantes-, llega a Barcelona la primera exposición de este artista soriano de reconocido prestigio nacional. Como sucedió hace poco con Guillermo Pérez Villalta, es de agradecer la iniciativa de una galería de la ciudad para presentar aquí una obra que deberíamos conocer desde hace años. Y decimos esto no sólo porque la obra de Dis Berlín (nacido en 1959) sea extremadamente personal, sino porque también es extremadamente interesante.Las pinturas de Dis Berlín son eclécticas y poliestilistas, emparentadas, aunque lejanamente, con las de Sigmar Polke. El suyo es un universo pictórico cierta mente curioso y que obedece a ciertas fascinaciones casi contra dictorias que van del constructivismo a la metafísica de De Chirico. Se trata de un mundo onírico y nostálgico repleto de símbolos y personajes circenses que flotan sobre un espacio laberíntico e irreal de colores ácidos, cercano a la estética kitsch de los años cincuenta. La muestra que comentamos, algo heterogénea, es, con todo, representativa de su quehacer y de visita obligada para el buen aficionado.

Por otra parte, y después de tres años apartada del mundo de las galerías, durante los cuales ha fijado su residencia en un pueblo de Almería, Isabel Esteva (Barcelona 1958) nos presenta ahora un grupo de obras recientes dentro de la línea a que nos tenía acostumbrados, aunque en un estilo más depurado. Es destacable que haya desaparecido, además, el uso de la figura humana, al menos en esta exposición, con cuadros agrupados, como de costumbre, en series: naturalezas muertas, marinas, paisajes agrícolas e impluviums romanos.

La obra de Esteva, que se dio a conocer durante la eclosión de los nuevos expresionismos, se caracteriza en realidad por una profundad y sutil ligereza de gran lirismo, alejada desde siempre de la más evidente retórica gestual de otros compañeros de generación. El suyo es un mundo sereno e íntimo que emana emociones pausadas y silenciosas que cuando mejor logradas, como en los magníficos Natura morta I e Impluvium I, adquieren resonancias metafísicas. Isabel Esteva pinta la luz y las tonalidades del agua, sobre todo, con una rara perfección desenfadada.