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RELEVO EN INTERIOR

Corcuera lamenta la existencia de "una especie de democracia anarquizante"

Luis R. Aizpeolea

José Luis Corcuera, hasta ahora ministro del Interior, lamenta que exista en nuestro país "una especie de democracia anarquizante" y asegura que hay gente "a la que no le gusta la policía" quizá por la cercanía del franquismo. En una entrevista que concedió ayer a la Cadena SER se mostró seguro de que si su sucesor, Antoni Asunción, pide al secretario de Estado para la Seguridad, Rafael Vera "que continúe junto a él, lo hará".

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Un ministerio con grietas

Asunción se hizo cargo del ministerio el jueves pasado, con el telón de fondo de dos manifestaciones de abandono importantes, la de Vera y la del director general de la Guardia Civil, Luis Roldán. Ayer mismo Corcuera afirmaba que si la marcha de Vera se confirmase "daría a Asunción todo el tiempo que el ministro quisiera para poder hacerlo con normalidad".Normalidad y, sobre todo facilidad, son los datos que señalan todas las fuentes consultadas sobre el nombramiento del nuevo titular de interior.

Felipe González apenas ha tenido dudas para decidir la sucesión de José Luis Corcuera. Ha sido uno de los nombramientos más fáciles y menos sorprendentes que ha tenido el presidente del Gobierno, pese a afectar a una de las carteras más delicadas de su Gabinete, a la que cuida con mimo, con un despacho frecuente y directo con su titular.

A punto de caramelo

Corcuera le puso la sucesión a punto de caramelo a Felipe González desde que el pasado domingo, día 21, almorzaron en el Palacio de La Moncloa. El ministro dimisionario llevaba cuatro nombres, pero sólo uno con posibilidades. Al secretario de Estado, Rafael Vera, y al director general de la Guardia Civil, Luis Roldán, ya se les había pasado la hora y no ocultaban desde hacía tiempo su interés por dejar el ministerio. Eligio Hernández, un hombre cuyo carácter aprecia Corcuera, no era plato de gusto para el presidente del Gobierno. González se ha vuelto reacio a saltos institucionales como el que daría el ex delegado del Gobierno canario: pasar de la Fiscalía General del Estado al Ministerio del Interior.

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Quedaba, por tanto, Asunción. Le falta el derroche de personalidad que Corcuera reparte a raudales. Pero cuenta con el aguante, sometido a prueba en su ejercicio como responsable de prisiones durante cinco años, la discreción de carácter y el conocimiento de lo que el Ministerio de Interior se trae entre manos. Asunción es un político de la generación del PSOE formada en el ejercicio del poder y que ha pasado por todos los escalones de la Administración: Ayuntamiento como alcalde de Manises; Diputación, como presidente de la de Valencia y Ministerio de Justicia, como responsable de prisiones.

Para Asunción no fue una novedad acudir el miércoles a las dependencias del Ministerio del Interior, al Paseo de la Castellana, donde pasó la mayoría de la jornada, despachando con José Luis Corcuera. Asunción conocía desde hace tiempo no sólo a Corcuera sino a sus principales colaboradores, especialmente al Secretario de Estado para la Seguridad, Rafael Vera, con el que ha compartido muchas horas de trabajo con el problema de ETA como fondo.

El primer almuerzo del nuevo ministro del Interior, Antoni Asunción, una vez que, el pasado miércoles por la mañana González, le notificara su nombramiento en el curso de una entrevista en el Palacio de La Moncloa, tuvo una compañía peculiar: El consejero de Presidencia y Justicia del Gobierno vasco, Joseba Zubía. Pese a la peculiaridad del invitado, el hecho no era excepcional. El nuevo ministro y el consejero vasco mantienen buenas y viejas relaciones.

La relación entre ambos políticos se remonta a la etapa en que Zubia ejercía como diputado del PNV en el Congreso y Asunción vino desde Valencia a Madrid a encabezar la Secretaría general de Instituciones Penitenciarias. Ambos dedicaban una parte importante de su tiempo a una tarea común: La situación de los presos de ETA. El entonces ministro de Justicia, el vasco Enrique Múgica, les había puesto en contacto y estaba embarcado en una ambiciosa operación de reinserción de los presos de ETA, contando con la dispersión carcelaria.

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