El primer ministro de Egipto sale ileso de un atentado con coche bomba
Extremistas musulmanes en guerra contra el Gobierno laico de Egipto intentaron ayer asesinar al primer ministro egipcio, Atef Sedki, con un coche bomba que causó estragos en una plácida calle de la capital. Las únicas víctimas fueron una escolar de 15 años y, otra vez, la credibilidad del Gobierno de Hosni Mubarak, que insiste en haber logrado aplacar la ola de violencia.Según informes de El Cairo, un coche aparcado cerca de la residencia de Sedki, en el opulento barrio de Heliópolis, estalló cuando el convoy oficial se dirigía a las oficinas del primer ministro. El blindaje del Mercedes Benz de Sedki le salvó la vida, pero la explosión mató a una adolescente e hirió a por lo menos a 18 transeúntes, según afirmó la policía.
Sedki llegó a su oficina sin un sólo rasguño. "Escuché una gran explosión y vi una nube de humo. Nos salvamos porque viajábamos en un coche acorazado", señaló con aplomo el primer ministro a la agencia Reuter. "Los terroristas no escaparán, jamás escaparán", advirtió.
La Yihad Islámica, la misma organización que asesinó al presidente Anuar el Sadat en 1981 por pactar la paz con Israel, se atribuyó la responsabilidad del tercer atentado contra miembros del Gabinete egipcio en siete meses. Según las primeras investigaciones de la policía, el coche-bomba, accionado a distancia, estaba cargado con diez kilos de explosivos. Este atentado deja patente que las fuerzas extremistas islámicas, que han jurado derrocar al gobierno de Mubarak para imponer un régimien religioso similar al del Irán, están más dispuestas que nunca a intensificar su campaña.
La de ayer fue una operación cuidadosamente planeada. El coche bomba fue aparcado cerca de la casa de Sedki hace por lo menos dos días, dijeron algunos testigos.
La Yihad Islámica y la Ganiaa al-Islamiya declararon la guerra al Gobierno con ataques contra la vital industria turística, la policía y la minoría cristiana copta en el Alto Egipto hace más de dos años. Los extremistas musulmanes están ahora concentrando sus operaciones en El Cairo. Los resultados han sido sangrientos -más de 260 muertos- pero no han logrado quebrar el impresionante aparato de seguridad que rodea obligatoriamente a funcionarios de alto rango. En abril, extremistas disfrazados de policías intentaron en vano asesinar al ministro de Información, Saufat Sherif, en una emboscada callejera. En agosto, el ministro del Interior, Hassan al-Alfi, escapó de la muerte cuando un coche-bomba estalló mientras salía de su despacho.
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