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El Ballet del Rhin abre el Festival de Cannes

La polifacética compañía que dirige Jean-Paul Gravier abrió anteayer el Festival de Cannes con un elaborado programa que simbólicamente retrata el espíritu del evento: la creación más actual, dándose la mano con el repertorio tanto clásico como del siglo XX. Así lo expresó claramente Yorgos Loukos, director del festival y del Ballet de la Ópera de Lyón: sólo siendo hoy plural se es honesto y objetivo con la realidad mundial de la danza y el ballet.

La mesa verde (1932), de Kurt Jooss, admirablemente reconstruida por su hija Anna Markat-Jooss, parece un ballet hecho ayer por la tarde. Xenofobia, refugiados, guerras civiles, especuladores, nuevos ricos, políticos corruptos... Es como si Joos tuviera una infalible bola de cristal, y no se equivocó en nada. La mesa verde es un ballet tenebroso, sin horizonte, pero al mismo tiempo de un gran contenido humano.Hubo un gran contraste en el Grand Auditorium entre ese clásico de Kurt Jooss y el estreno mundial de Léger, vite et presque blanc, del joven Iván Favier, donde destaca el papel solista del bailarín barcelonés Antón Riba de Palau, que en la escena del dúo recita unos estremecedores versos en catalán mientras Favier los repite en francés. Es una pieza donde todos los bailarines van de blanco: pueden ser ángeles, enfermeros o enfermos. El público enmudeció del impacto ante una cruda belleza capaz de aunar ternura y tinieblas. Hay mucho de réquiem en esta inspirada y fenomenal pieza que revela la voz coreográfica de Iván Favier, firme a la vez que discreta y evolucionando todavía en cuanto a lenguaje.

La oferta del Ballet del Rhin se completó con una irrelevante coreografía de Odile Duboc, Primun saltare, horrorosamente vestida para un fin de curso en el mejor estilo pink miami, donde, a pesar de las deslavazadas evoluciones sin sentido, brilló, entre otros, Sylvain Boruel, con su sereno sentido del salto.

La prensa internacional acreditada en Cannes se estremeció ayer por la mañana con la rueda de prensa que concedió el norteamericano Bill T. Jones, un durísimo alegato a la libertad moral, social y artística dentro de una sociedad que, como dijo, mira peligrosamente hacia atrás y estigmatiza por razones de raza o enfermedad: claramente hablaba del sida.

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