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La Ballena Blanca, varada

La Ballena Blanca, quizás el nombre más poético que ha recibido la Democracia Cristiana (DC) a lo largo de los 45 años en los que ha ejercido un férreo control directo o indirecto sobre cuanto de político ocurría en Palermo, Milán o Roma ha quedado definitivamente varada en las playas del sur de Italia.Su decadencia era evidente desde hace meses, pero la constatación del final no deja de suscitar sorpresas.

Hace sólo año y medio, en las elecciones generales de abril de 1992, la DC logró casi el 30% de los votos de media nacional. Los resultados de las municipales de junio, la situaban todavía en torno al 20% de los votos en toda Italia. Pero ayer, la DC quedó reducida a cenizas: a un 10% aproximado del electorado en localidades tan significativas como Nápoles, donde en las generales obtuvo el 31,6%; Palermo, donde en las elecciones legislativas obtuvo el 35,1%; o Roma, donde tenía desde abril de 1992 el 27,5% de los votos.

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Y este es el hecho más destacable de los comicios del pasado domingo, que pasarán a la historia como los del fin de la DC, del mismo modo que las municipales de hace seis meses fueron las de la muerte del Partido Socialista Italiano (PSI). Con los resultados obtenidos, no es ya la continuidad del secretario democristiano, Mino Martinazzoli, la que está en duda, sino la posibilidad misma de que el partido llegue sin escisiones a la próxima convocatoria electoral.

Dado que el nombre Ballena Blanca aludía a la capacidad de este partido-movimiento de englobar en su seno a las fuerzas más dispares, desde una izquierda filo-comunista hasta a una derecha filo-fascista, no es extraño que, en su agonía, haya liberado todas esas fuerzas que hoy se expresan en la Liga Norte, y en el inesperado auge del neofascista Movimiento Social Italiano (MSI) en el centro y sur de Italia. Ambas formaciones recogen la herencia de la derecha democristiana.

Sí ha sorprendido, en cambio, que la izquierda, aglutinada en torno a la herencia del histórico Partido Comunista Italiano (PCI), haya sabido reaccionar con presteza ante la nueva situación creada por el hundimiento de la DC. Hasta el punto que hoy es la única fuerza con proyección nacional y representativa de una Italia unida.

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Los menos le reconocen ese mérito y esa capacidad. Pero otros muchos están decididos a apostar por el aplazamiento de las elecciones generales, cuyo adelantamiento algunos de mandan con insistencia, sin importarles los riesgos que esa de cisión implique para el futuro, de Italia.

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