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Una marroquí se arrastra una hora por las calles de Madrid para dar a luz

Jan Martínez Ahrens

El pasado lunes ardían 14 chabolas en Peña Grande. Una, de ellas era la de Nadia Haid, inmigrante marroquí de 30 años. Al día siguiente, la desgracia volvió a abatirse sobre ella. La mujer, presa de los dolores del parto, se arrastró durante más de una hora por las calles de Madrid para dar a luz en algún lugar 'limpio". Finalmente, cayó frente al hospital de la Princesa. En el suelo pasó cerca de 10 minutos, hasta que una ambulancia la recogió. Allí nació la criatura. Pero Nadia, que tiene otros tres hijos, estaba ayer contenta: es la primera vez que no pare en solitario.

La alegría de Nadia Haid, de 30 anos, pesa 3 kilos y 480 gramos y carece de nombre. Sólo se chupa el dedo. La niña nació a las 22.33 del martes en una ambulancia de la Cruz Roja. Su llegada al mundo vino precedida por un relato más de la inmigración ilegal.Cuando Nadia yacía, junto a su marido, a la puerta del hospital de la Princesa, un transeúnte alarmado avisó a dos celadores de la puerta de urgencia. Según el director gerente del centro, Carlos Pérez Escuelas, la atendieron dos médicos y dos camilleros.

"Carecemos de servicio de pediatría y de tocología. A todos los pacientes los remitimos al hospital Santa Cristina. Al pasar una ambulancia por la puerta la enviamos a dicho centro", señaló Pérez Escuelas en respuesta a las críticas que imputaban al centro haber desatendido a la inmigrante. "Si hubiese estado pariendo, la habríamos atendido en urgencias y luego la hubiésemos mandado al otro sitio. De racismo nada", apostilló el director gerente del hospital.

La Cruz Roja, pese a unas primeras declaraciones contradictorias, emitió ayer un comunicado que encaja con esta versión. Nadia corroboró que no fue desatentida.

Ella no sabe escribir y apenas habla castellano. Ocupa sola la habitación 313 del hospital de Santa Cristina. La recién nacida duerme a su lado. La enfermera ha puesto la televisión y ha bajado la. persiana.

Nadia, que asiste con cara de agradecimiento a los movimientos de la enfermera, pasará tres días en la aséptica clínica. "Lo malo será cuando se vaya y vuelva al infierno", comentó un médico. Y no le falta razón.

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Devorado por el fuego

Nadia, nacida en Casablanca (Marruecos), malvive junto a su marido y sus tres hijos -ahora cuatro- en el poblado de Peña Grande. Residían en una de las chabolas que ardió el pasado lunes. Después pasaron a la de unos vecinos. En el camino, recuerda Nadia, quedaron, devoradas por el fuego, la mitad de las pertenencias.

Un mal al que, al día siguiente, se sumaron los dolores del parto. Ella y su marido, de 36 años, salieron a buscar un sitio "limpio" donde parir. "Me dolían las tripas, no podía ya aguantar" relata desde la cama. Extraños en un mundo que no es el suyo, desconocían dónde encontrar ese lugar.

¿Un taxi? El taxi para ellos es un lujo excesivo. El matrimonio está en paro y sobrevive de la caridad de unas monjas. La mujer tiene los papeles en regla, no así su esposo.

A Peña Grande llegó Nadia hace cuatro años. Venía sola. Trabajó de fregona en diferentes casas. Pasados dos años, decidió volver a su casa de Casablanca -el padre es un agricultor retirado- y traerse a la familia al poblado de chabolas. Desde entonces carece de empleo. De Madrid le gusta el Retiro y odia el frío y la nieve que se cuelan por las rendijas de su chabola prestada.

Su sueño ahora es tener una casa limpia, la ropa lavada y las cosas ordenadas. Algo así como la habitación del hospital que mañana deberá abandonar con su hija.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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