Lo mejor de las mujeres
Al llegar de fuera, Madrid te recibe regular. Para aliviarlo -acaso- han puesto una valla equívoca en la avenida de América. Dice que lo mejor de las mujeres está en su interior. Lo mejor de las mujeres y lo mejor de los hombres, querrán decir. Pero no: dicen lo que dicen porque tratan de vender panties e ilustran el anuncio con el paisaje apropiado.Ante las vallas, uno cree hallarse inmerso en escenarios filosóficos -recuerden aquel "Contigo, al fin del mundo" que glosó una vez el académico Lledó- y lo que al fin se encuentra es el maldito comercio. Madrid cuelga ahora una valla por cada mil habitantes, o casi. No sé si de estas cosas se hacen estadísticas, pero debían hacerse para comprobar el grado de ingenio o de ingenuidad del anunciante y de su aceptación o indiferencia por parte del público.
La isla de Lanzarote es la única población española en la que no se ve una valla por las carreteras. Fue una idea de César Manrique, y ahí sigue, a pesar de que, por desgracia, ya no está él para gritarla. Cuba, otra isla, que es el sitio donde menos se comercia del mundo, también tiene vallas filosóficas o de guerra. La última que han puesto es una frase de Guevara que reclama ternura para los tiempos duros.
La valla que nos recibe en Madrid es la quintaesencia de lo que las mujeres siempre pensaron que era el uso equívoco de su físico.
Probablemente, ni el anunciante ha reparado en ello: éste es el fin de siglo de la repetición de las imágenes. La gente se muere en los hospitales viendo reality-shows, muertes en directo y anuncios ambiguos sobre las necesidades insatisfechas de los hombres.
Así que, ante lo que se ve, se establece ahora una mirada opaca, como si nada importara nada. Los corridos mexicanos dicen que la vida no vale nada. Ni la vida, ni la muerte, ni la lógica. Lo mejor de la gente está en su interior, pero ya el interior -aquel que gozaban san Juan de la Cruz, Miguel de Unamuno o José Ángel Valente- no es lo que era: ahora es simplemente un muslo oscurecido en una valla.
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