Mitología

Giordano Bruno fue quemado en la plaza pública y Galileo fue llevado a las mazmorras por haber revelado una verdad astronómica que rompía el Sistema Solar fundamentado en el Génesis. A pesar de eso, nadie pudo impedir la fabricación de telescopios. La conmoción teológica y moral que entonces causó la noticia de que la Tierra se movía, sin duda, fue superior al pánico que pueda producimos hoy cualquier engendro humano sacado de una probeta. Tal vez estamos todavía iniciando el segundo acto de la Creación, considerada ésta como espectáculo. Los laboratorios de ingeniería genética no son muy distintos de aquellos fondos marinos donde la primera célula comenzó a bailar. Ni la ética ni el espanto podrán detener tampoco ahora el avance de la ciencia ante los monstruos bioquímicos. El impulso de los científicos se abrirá paso de forma ciega en un territorio habitado por centauros, hidras, sirenas, leones con alas y sátiros con patas de cabra, toda esa materia que ya habíamos soñado. La química también es naturaleza y ella se ha constituido en punta de lanza para proseguir el trabajo imaginativo allí donde Dios lo abandonó por cansancio el séptimo día. Primero fueron las algas sensitivas, después vinieron los renacuajos de gelatina; de ellos nacieron los peces y de éstos derivaron las aves, reptiles y mamíferos. Cuando estuvo dispuesto todo el coro, apareció el rey del mambo. Al pie de un magnolio, Dios tenía a mano barro suficiente y con él pudo haber hecho un cántaro, pero creó un modelo para Armani, que es ese monstruo que aparece haciendo de las suyas en el Telediario. Con esto terminó el primer acto. En este momento se está levantando de nuevo el telón. El futuro del ser humano tal vez será lo que él había soñado como mitología, una infinita combinación de personas y animales, dioses y héroes. La locura poética de Hesiodo, Homero y de los profetas bíblicos que poblaron de fieras, ángeles y demonios el Universo será posible gracias a la química impulsada por la atracción de las tinieblas.
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