Jornada de descanso
Culminar con éxito la síntesis de ciertas tradiciones latinas con la del jazz, bajo una perenne influencia de la música clásica, puede llevar toda una vida. A menos que tenga un talento específico, el animoso que lo intente no se librará de consumir largas horas de pruebas y contrapruebas antes de alcanzar resultados mínima mente aceptables. Michel Camilo experimenta con encomiable entusiasmo bajo el mecenazgo de la organización del Festival de Madrid, empeñadísima en mostrar, capítulo a capítulo, año tras año, el desarrollo pormenorizado del proceso, pero, francamente, no se aprecian avances significativos. Quizá sea el momento de espaciar su acostumbrada comparecencia para darle un respiro y permitirle aclarar algunas ideas que, como el corcho en el agua, emergen confusas con pertinaz insistencia. Mientras la situación no cambie, el día de Camilo seguirá marcando la jornada de descanso oficial para el aficionado al jazz.Tras la sobria sesión que Betty Carter y los suyos regalaron la noche anterior, el concierto del dominicano tenía todo el aspecto del obsequio pomposamente presentado, sobrecargado de lazos y etiquetas de felicitación, que esconde el juguete colorista y algo bullanguero que sólo mantiene el interés durante los cinco primeros minutos.
Michel Camilo Trío
Michel Camilo (piano), Anthony Jackson (guitarra baja), Dave Weckl (batería). Teatro Monumental. Madrid, 10 de noviembre.
Mentirijillas
Tras el tema inicial, Camilo afirmó que para la ocasión había reunido una, formación verdadoramente especial. No fue la única mentirijilla. Después dijo que, en contra de lo que se suele hacer, iba a interpretar Caravan a tempo lento; o los metrónomos han cambiado mucho, o la velocidad era la misma, o incluso superior, a la empleada en las decenas de versiones, bastante mejores, por cierto, que ha conocido esta pieza a lo largo de su historia. Camilo volvió a acercarse al borde del escenario para explicar que la idea del siguiente tema le asaltó observando el rítmico caminar de su perrito; una vez comprobado el atronador desarrollo del susodicho tema, se agradeció enormemente que el pianista no se hubiera inspirado en un gran danés.
Tras el descanso, se sumó a la reunión el grupo Ketama para interpretar una bonita bulería llamada El Realejo. Fue apenas un inciso en la monotonía del paroxismo latino que Camilo sacaba adelante con la inestimable colaboración de Dave WeckI. El dotadísimo batería presentía que una buena parte del aforo estaba allí por él y decidió dejarse ver. Maceró parches con saña de poseso y montó su particular terremoto percusivo. Entre compañeros tan ocupados, el bajista Anthony Jackson parecía un bendito aspirante a alcanzar la virtud en la observancia de la discreción. El concierto terminó con la inevitable propina de Why not? Camilo considera que es la composición la que le sitúa en el mapa del jazz, lo cual no deja de tener su pizquita de presunción.
Babelia
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