El poder de las locuras del dibujante
Retomar un clásico vivo, como es Coppélia, y convertirlo en nuevo producto es muy difícil Hay esa moda, y a veces salen éxitos, como la Giselle de Mats Ek en Estocolmo o el Cendrillon de Maguy Marin para la ópera de Lyon (este año han estrenado también su versión moderna de Coppélia); Amadeo Amodio con Aterballetto hizo la suya en Reggio Emilia en 1992, y Roland Petit marcó en los años setenta la pauta de las renovaciones libres. El original parisiense de Coppélia (1870), atribuido patrimonial mente sólo a Arthur Saint Leon -lo que es error-, ha pervivido a través de los filtros rusos (Petipa, Ivanov, Sergueiev, Cecchetti, Seménov).Para el mundo teatral, Sigfrido Martín-Begué (Madrid 1959) es un descubrimiento florentino. Allí se estrenó de manera brillante, y es suya la responsabilidad de la aceptación que tiene esta Coppélia. La versión de Eugeni Poliakov (Moscú, 1939) va hasta Hoffman y el diseñador madrileño se vuelve un poco lo que fue Picasso para El sombrero de tres picos. No es una comparación exagerada. Color, imaginación desbordante y desbocada, lenguaje estético particular y pleno de referencias plásticas (mencionemos El molino de chocolate, de Duchamp) son usados por Martín-Begué hasta convertirse en una especie de Bosco que fuera aficionadillo al ácido lisérgico. Sus diseños tienen antecedentes discretos en el telón de primer acto de Edwin Calligan para la producción londinense de 1933 con sus falsas perspectivas y su ciudad imaginaria, y los autómatas en los de Mstislav Dobuzjinski (también en Londres en 1936) y los de Roberto Montenegro para la primera producción del American Ballet Theatre en Nueva York en 1942. Sigfrido, más fiel a Marinetti y Depero, riza el rizo y consigue hacer hasta unos altavoces que parecen muebles de Memphis.
Maggio Musicale Florentino
Coppélia: Eugeni Poliakov / Léo Delibes. Diseños: Sigfrido Martín- Begué. Teatro Albéniz. Madrid. 3 de noviembre.
Poliakov provoca un arriesgado baile de fragmentos en la partitura de Delibes, lo que sirve a sus intereses de guión y le facilita huir de esquemas académicos. Es así que la giga escocesa la baila una solista y el bolero se convierte en una variación masculina con literales frases del Don Quijote.
Florence Clerc: (París, 1951) y Eric Vu An (París, 1966), con el estilo típico de la ópera de París, aportan elegancia y limpieza.
Babelia
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