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Miles de rimineses despiden a Fellini frente al cine Fulgor

El director fue enterrado en su ciudad natal

Andrés Fernández Rubio

Frente al cine recreado en Amarcord, el Fulgor, cuyas vitrinas anunciaban ayer esta película con carteles y fotografías, se detuvo el cortejo fúnebre de Federico Fellini. Y miles de habitantes de Rímini iniciaron un prolongado y emocionante aplauso mientras de los balcones caían pétalos de rosa. Así fue la despedida de la ciudad al cineasta que convirtió a sus gentes y a sus muros en territorio mágico. Poco después, a media tarde de un día gris y neblinoso, se inhumaron los restos de Fellini en una ceremonia familiar.

ENVIADO ESPECIAL, Llegaban a pie o en bicicleta, jóvenes en vaqueros, trabajadores, amas de casa o viejos que habían conocido a su padre, Ubaldo. La ciudad de Rímini se volcó en el entierro de su ciudadano más ilustre, uno de los pocos artistas del siglo que se merece la palabra genio, según dijo en el discurso funerario civil el amigo de Fellini y escritor Sergio Zavoli. Más de 20.000 personas desfilaron por la capilla ardiente hasta las 14.30 de ayer, y varios miles escucharon después en la plaza del Ayuntamiento a Zavoli y al guionista de Fellini y poeta, Tonino Guerra. Ambos destacaron la moralidad y la gracia del director de cine desaparecido, y su "importantísimo papel en la idea de integridad nacional", dijo Zavoli, "sobre todo en tiempos de declinante virtud"." ¿Qué es Rímini? Es una dimensión de la memoria". Desde ayer, Fellini forma parte de sus palabras, con el reconocimiento del resto de los habitantes, gente de todo tipo que portaba unos carteles repartidos por el municipio en los que se ve al director con una simpática bola roja de clown en la nariz. En los escaparates de las tiendas los comerciantes colocaron también esa fotograria.

Recuerdos

"He venido porque Fellini ya forma parte del patrimonio universal de la cultura", afirmó un riminés. Otros decían ir por reconocimiento a su persona o porque se sentían parte del mundo felliniano. "Él se marchó de Rímini cargado de recuerdos de infancia", dijo una mujer, "y cuando volvió se encontró con la costa devastada por la especulación del turismo y con el deterioro de aquel espíritu de vecindad".

"Toda la ciudad era una casa", señaló Sergio Zavoli en su discurso para reflejar el espíritu de Amarcord, la Rímini cinematográfica. Y Tonino Guerra recordó a Fellini rodando en Cinecittá y recalcando que había nacido en los estudios, aunque, a medida que se encendían las luces del rodaje, aparecían los contornos de Rímini y de la infancia.

La ceremonia civil, a la que no asistió Giulietta Massina por prescripción médica, estuvo presidida por la hermana del director, Maddalena. Tras bajar la escalinata del viejo teatro municipal, en una de esas plazas italianas de encantadora belleza, el ataúd, transportado a pie, se fue abriendo paso entre el aplauso de la multitud. Tras atravesar la calle del cine Fulgor, el cortejo continuó en vehículos camino del cementerio. "Un lugar fascinante de Rímini era el cementerio", escribió Fellini. "Nunca he visto un sitio menos lúgubre. Para empezar, estaba más allá de un paso a nivel, por lo que era precedido de la visión emocionante, alegre, del tren. Las barreras se bajaban ruidosamente, y se veía, más allá, una pared clara, con muchos pináculos, como casitas de niños".

Para el alcalde de la ciudad, Giusseppe Chicchi, la reconciliación entre la ciudad y Fellini se produjo durante su enfermedad. Rímini descubrió la dimensión afectiva del hombre. Primero lo concebía sólo como a un director que trabajaba lejos. Esta muchedumbre demuestra que hoy la distancia ya no existe".

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