Roma inicia su largo adiós a Federico Fellini
El gran director de cine italiano muere tras 15 días de larga y dolorosa agonía
Ha muerto el hombre que inventó Italia.Hay muchas Italias, pero la visión de la Italia moderna que ha cuajado es la felliniana. Con él desaparece toda una época y un estilo de hacer cine. En la tarde de ayer, Via Marguta, la calle romana de los pintores, donde vivía Federico Fellini, estaba más agitada aún que cualquier domingo. Del portal número 110 salían o entraban rostros conocidos -y otros menos-, estrechamente vigilados por numerosos fotógrafos e informadores. Giulietta Másina, la esposa del cineasta, había recibido allí, en el cuarto piso, cerca de la una de la tarde, la noticia de la muerte de su esposo. La supo a través de la televisión, como el resto de los italianos. Y casi inmediatamente comenzó el largo adiós que Roma dedicará a Federico Fellini.
Por la tarde, había sido cursada la petición de autorización del traslado del cadáver del célebre director, nacido en Rímini hace 73 años, hasta el estudio de Cine cittá, donde rodó La entrevista, en 1987. En este mismo espacio bajo un profundo cielo azul de decorado se instalará el martes la capilla ardiente.En cuanto a los funerales, serán de Estado. Los celebrará el miércoles el cardenal Achille Silvestrini, amigo de la familia, en Santa Maria degli Angeli, la basílica construida sobre las ruinas de las termas de Diocleciano.
Asistirán las máximas autoridades del país y previsiblemente una constelación de estrellas del cine como para convertir el acto en un pandemonio. El mismo miércoles, los restos de Fellini serán trasladados a su ciudad natal, Rímini, para ser enterrados en el panteón familiar.
Pero el adiós de Roma a uno de sus mejores relatores de todos los tiempos se prolongará más allá de estos actos, en comentarios, homenajes y ciclos.
Fellini dejó de existir en su ciudad de adopción sobre las 12.00 horas de ayer, una mañana brillante y cálida de otoño como las que él solía aprovechar para madrugar -se levantaba siempre a las seis y despertaba a la sirvienta, según ha contado- y perderse entre callejuelas de adoquines y palacios centenarios.
Maurizio Barufi, uno de los médicos que le cuidaban en el hospital Umberto I, ya había advertido muy de mañana que la enfermedad del director afrontada en julio con la práctica de un by-pass en Zurich, que luego le provocaría un ataque cerebral el pasado 3 de agosto en Rímini y la recaída final del paro cardíaco del pasado 17 de octubre, se aproximaba a su fatal desenlace.
"Estamos en la fase final. Parece que será cuestión de horas o de dos días como máximo" ' había dicho el médico sobre las once. Era un cálculo optimista, porque el corazón de Fellini no resistió más de una hora la carga de la infección pulmonar que su cuerpo inerme arrastraba desde hace días, agravada por un deterioro simultáneo de los riñones.
Con la discreción de siempre
Murió sin recuperar el sentido durante los 15 días exactos de su agonía, con la discreción y el gran estilo que le caracterizó siempre: justo a tiempo para evitar una nueva polémica de circunstancias sobre si se debía o no desenchufar a un enfermo que daba encefalograma plano desde el pasado jueves.
La muerte cierra el periodo de cotilleos e incursiones en la intimidad del artista y abre inmediatamente el de los elogios funerarios, que serán imponentes. Con sus cinco premios Oscar, la mayor cosecha de ellos jamás reunida por un realizador no norteamericano, Federico Fellini es probablemente, no ya el cineasta, sino el intelectual y la figura humana más conocida, querida y respetada interriacionalmente de una Italia que atraviesa uno de uno de sus más graves baches históricos.
Francesco Rosi, el de Le mani sulla cittá, el gran retrato napolitano, observaba ayer que ningún otro director de cine puede ser identificado por cada uno de sus fotogramas como Fellini, al que comparaba con los artistas Rafael y Miguel Ángel.
El presidente de la República, Oscar Luigi Scalfaro, el del Gobiemo, Carlo Azeglio Ciampi, y otras máximas autoridades fueron las primeras en expresar ayer sus condolencias a Giulietta Masina, la viuda de este hijo de familia acomodada de provincias que describió su trayectoria en estos términos modestos: "Mi padre quería que fuera ingeniero; mi madre, arzobispo; y yo me siento narcisamente contento de haber hecho de todo para conseguir ser un adjetivo". Lo dijo el pasado mes de marzo en Los Ángeles (EE UU), cuando le fue entregado el Oscar a su carrera, y se refería irónicamente a la extensión mundial del adjetivo 'felliniano".
Es la mayor prueba de reconocimiento a una vida profesional iniciada como dibujante en Florencia, director del semanario Marc'Aurelio, luego en Roma, y como guionista y escritor de gags para Aldo Fabrizi antes de codirigir, con Alberto Lattuada, en 1950 Luces de musihall, su primer filme. La primera película que realizó en solitario fue El jeque blanco, en 1952.
La muerte de Fellini causó enorme conmoción en el mundo entero. El presidente francés Mitterrand dijo: "El mundo pierde uno de sus más grandes creadores"; el cineasta español Juan Antonio Bardem señaló que fue "un hombre marcado por sus propios traumas, que supo transmitir con arte". El actor Vittorio Gassman dijo que le había impresionado sobre todo que "alguien como Fellini se haya visto golpeado justo en la mente". Marcello Mastroiani, que semanas atrás reconoció que Fellini había sido para él más importante que su propio padre, ha evitado, en cambio, todo comentario. "Soy un hombre discreto por naturaleza, y nunca he tenido tantas ganas de callar como en estos momentos", dijo anoche.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.