El timo del fotógrafo espontáneo
"Te timan porque ese día estás atacado. Tal cual". Tere, una diseñadora que se casó en septiembre, dice que sufrió el timo del fotógrafo espontáneo. Cuando puso tacón en tierra, al llegar a la basílica de Atocha, había una chica bajita que pidió una dirección para mandar las fotos. "Pensamos que eran los de la exclusiva de la iglesia y aunque ya tenían la dirección, dimos las señas de mis suegros".Al día siguiente de la boda, cuando la pareja cruzaba el océano y serían las nueve de la mañana, aquella fotógrafa espontánea se presentó con unas copias "impresentables", dice Tere, en la casa de los suegros. "Vengo por encargo de los novios a entregarles estas fotos", dijo. "Total, que pagaron 20.000 pesetas por aquellas 20 copias".
A las gastos de la boda -traje, banquete, viaje- se sumaron unas 200.000 pesetas sólo de video y fotos, por culpa de las exclusivas de la iglesia y del hotel donde celebró el banquete. La pareja había contratado unos fotógrafos, pero un mes antes recibió Tere una llamada telefónica: "Soy el fotógrafo oficial de la iglesia. Ya sabe que yo le haré las fotos durante la ceremonia. Le llamo para preguntarle si desea que vayamos también a su casa".
-No, si yo tengo unos amigos que me los van a hacer también en la iglesia.
-Eso es imposible.
"Por no tener líos, acepté", dice Tere. "Y encima me impusieron un mínimo de 39.000 pesetas".
Pagar para que no trabajen
"Los fotógrafos que hacen exclusivas se amparan en eso, en que los novios no quieren líos ese día", cuenta desde Oviedo José Manuel Nebot, el presidente de la Confederación Nacional de Fotógrafos Profesionales, que reúne fotógrafos de 47 provincias. Según Nebot, Madrid es una de las cinco provincias, con Barcelona, Valencia, Castellón y Sevilla, que no ha erradicado las exclusivas. "En las otras provincias, no hay problemas. Todos saben quién trabaja en cada boda", dice. En un congreso nacional que celebrará la asociación de Nebot en noviembre, se planea pedir a la Iglesia que tome medidas. "Hasta ahora han sido evasivos", dice.
Dolores pasó por el altar de una iglesia del área metropolitana de Madrid este verano. "Tenemos dos fotógrafos concertados. Si viene alguno más, no puede subir al altar mayor", le dijeron en el despacho parroquial. Pero ella quería su fotógrafo, así que después de muchas gestiones, acudió al estudio del profesional de la iglesia. "Insistió en que mi boda era el pan de sus hijos, nunca me pidió dinero y yo le ofrecí dinero por no trabajar". Le dio 20.000 pesetas.
Algo parecido ocurrió con el restaurante. "El no ir allí tiene un precio", le dijo directamente a la novia el otro fotógrafo. Total, que Dolores se gastó entre una cosa y otra 35.000 pesetas en unas fotos que nunca se hicieron
En este reportaje han colaborado Víctor Saornil y Jan Martínez Ahrens.
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