Esto es importante
Chano Domínguez GroupChano Domínguez (piano), Javier Colina (contrabajo), Guillermo McGill (batería y cajón). Músicos invitados: Jorge Pardo (flauta y saxo soprano), Carlos Benavent (bajo eléctrico), Nono García (guitarra), Tino di Geraldo (percusión), Joaquín Grilo (palmas y baile). Colegio mayor universitario San Juan Evangelista. Madrid. 29 de octubre.
FEDERICO GONZÁLEZ
El pianista gaditano Chano Domínguez ha aprovechado una pausa del Festival de Jazz de Madrid para presentar su esperado disco de debú. En el poquísimo tiempo que Chano (así se titula el trabajo) lleva en el mercado, ha levantado una ola de entusiasmo y ha hecho recuperar la esperanza en el futuro de una forma musical tradicionalmente en entredicho. La fusión del flamenco y el jazz llevaba camino de convertirse en una asignatura dolorosamente pendiente después de los primerizos éxitos parciales de Pedro Iturralde con Paco de Lucía de los años sesenta. A pesar de la indiscutible categoría de ambos, la distancia cultural que separaba entonces al músico de flamenco del de jazz parecía insalvable y apenas permitía algunos injertos aislados en un tronco todavía algo reacio a recibirlos. Siguiendo la línea iniciada por Jorge Pardo, el pianista ha sabido bajar hasta las raíces, entrelazarlas, formar un haz homogéneo y hacerlo germinar como un todo lógico y atractivo. La pluralidad de enfoques no afecta a la unidad expresiva, sino abre un risueño panorama a la comercialidad bien entendida. El disco es verdaderamente importante y apto para todos los públicos; debe exportarse: merece ser, conocido por un público amplio que, a buen seguro, encontrará en él la razón para extirpar viejos tópicos enquistados. Por si fuera poco, está magníficamente presentado y se beneficia de una excelente toma de sonido.
Si la música de Chano queda recogida con brillantez en el disco, en directo es aún más emocionante. El delicioso, arreglo de La tarara que seguramente hubiera firmado gustoso un poeta del sonido como Charlie Haden, comenzó con romántica sutileza para agigantarse después sobre enérgicos acordes que lo eleva ron a la misma cúspide de la intensidad. La conflictiva melodía de La luna y el toro, asociada para la mayoría a un pasado de recuerdo ingrato, conquistó dignidad en un tratamiento no muy distante del que el gran Bill Evans aplicaba a los boleros de Armando Manzanero; Naima, un clásico del repertorio jazzístico, se fundió con los ritmos flamencos en un abrazo sorprendentemente natural y sincero: se presentía a Armstrong y a El Planeta, a John Coltrane y a Mairena felicitándose mutuamente, sonrientes y complacidos. Hasta Thelonious Morik, con lo quisquilloso que era con las cosas de su música, hubiera aprobado la atrevidísima versión de WeIl you needn't que Chano ofreció con palmeros incluidos.
Excelentes compañeros
Mención especial merecen los compañeros que se ha procurado el pianista, Guillermo McGill impulsó desde la batería Y el cajón con el swing agitanado que ha asimilado en su ya larga permanencia junto al gaditano. Por su parte, el contrabajista Javier Colina arriesgó como si le fuera la vida en ello. Su discurso paralelo planteó soluciones propias y se erigió en complemento imprescindible de una estética que se esponja en la interacción estrecha entre los músicos. También la entusiasta aportación de los invitados contribuyó a la bellísima noche de jazz, de flamenco, de gran música en fin.
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