Pável Kogan, un director de noble estilo
Orquesta Sinfónica de RTVE
Director: Pável Kogan. Solista: M. Viskresensky, piano. Obras de Albéniz, Arbás, Ravel y Prokoflev. Teatro Monumental. Madrid, 28 de octubre.
Hijo de Leonid Kogan y nieto de Emil Guilels, el director Pável Kogan (Moscú, 1952) sigue la línea musical de su ascendencia. Lo demostró ahora en Madrid, al frente de la Orquesta Sinfónica de Radiotelevisión Española, en un programa poco habitual, aunque no presentara novedades: Iberia, de Albéniz-Arbós; Concierto para la mano izquierda, de Ravel, y Romeo y Julieta, de Prokofiev.Isaac Albéniz habría aplaudido las versiones que hace Kogan de Evocación, Triana y El puerto que su amigo Fernández-Arbós, director fundador de la Sinfónica de Madrid y nacido en Lavapiés, instrumentó con esplendor y sabiduría. La misma que desplegó Pável Kogan para hacernos escuchar un Albéniz sin tópico: sereno, aireado, rico de ritmos y colores, noble y poético.
A final de los años veinte, Ravel debía haber instrumentado Iberia para servir una petición de Ida Rubinstein. No lo hizo, al enterarse de la exclusividad que había sido concedida a Arbós; a pesar de que éste -en contra de lo que suele maldecirse- estuviera dispuesto a renunciar a su derecho.
Nació el Bolero, a partir de otra idea, en 1928, y algunos rasgos del rítmico crecer hay en el Concierto en re mayor para la mano izquierda, escrito en 1930/1, simultáneamente al Concierto en sol, lo que supone un verdadero tour de force.
Acusado dramatismo
Hay, sin duda, en el Concierto en re, un acusado dramatismo y hasta alguna alusión al drama que le dio razón de ser: la mutilación sufrida durante la guerra de 1914-1918 por el pianista Paul Wittgenstein, que le dejó como sola posibilidad de concertista su brazo y su mano izquierdos. Así el oscuro y dramático comienzo orquestal, que parece evocar esa guerra en la que también estuvo Ravel; también ese último pasaje en aire de marcha, pero en vuelo de creación artística.
Otro intérprete ruso, el pianista Mijaíl Voskresensky, nacido en 1935 y formado con Oboris, asumió la parte solista con una densidad, una claridad de juego, una dinámica y una potencia impactantes. Es un intérprete singular, cuyo estilo deja huella en la memoria. El éxito fue inmenso, para director, pianista y orquesta.
Pável Kogan cerró la tarde con la suíte del ballet Romeo y Julieta, de Profokiev, piedra de toque para las posibilidades de un director y de un conjunto sinfónico que, en este caso, quedó resuelta en triunfo por la imaginación, la calidad, el buen hacer y la renuncia a cualquier demagogia sonora o expresiva. Con Kogan no se sirven efectos; se hace música.
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