Los Doce se comprometen a crear una moneda única
La declaración de Bruselas saluda una Unión Europea que nace envuelta en conflictos de intereses nacionales
Las declaraciones van por un lado y los hechos en dirección contraria. El Consejo Europeo aprobó ayer una breve declaración, llena de buenos propósitos y cocina da con habilidad por la presidencia belga, para saludar la nueva etapa de la Unión Europea. Pero la realidad de la cumbre era el conflicto entre los intereses nacionales, materializado en la batalla de las sedes, y el escaso peso de las decisiones efectivas para terminar con la recesión económica y con la guerra en la antigua Yugoslavia. Los Doce reafirmaron algunos compromisos: el 1 de enero de 1994 empieza la segunda fase hacia la Unión Económica y Monetaria (UEM), al cabo de un año debe realizarse la ampliación y antes del año 2000 hay que crear la moneda única.
Como si nada hubiera sucedido, los jefes de Estado y de Gobierno confirmaron ayer todos los plazos establecidos en el Tratado de Maastricht, así como la validez de los criterios de convergencia establecidos para alcanzar el objetivo de la moneda única. "Confirmamos el objetivo de la creación de una Unión Económica y Monetaria (UME) para final de siglo", aseguran.La declaración recuerda "la posición particular de dos Estados miembros [Reino Unido y Dinamarca] en cuanto a su participación en la última fase de la UEM". El propio primer ministro británico, John Major, reconoció como bueno para los europeos el camino que conduce hasta la mencionada tercera fase, en la que debe nacer el ecu, en 1997 o a más tardar en 1999.
La declaración preliminar, dedicada a saludar la entrada en vigor del Tratado, subraya que "Europa franquea un paso importante", en el que destaca tanto ', las nuevas ambiciones" como "el intenso debate" que ha suscitado la ratificación del Tratado. "Este debate ha sido saludable", dice. La declaración no tiene tonos triunfalistas y reconoce también que la ratificación y el debate han hecho aparecer las debilidades del proyecto. "Numerosos son los que consideran a Europa como lejana, anónima y vacilante", añade.
Hacer vivir el tratado
Los Doce presentan el Tratado de la Unión como la puesta en práctica de cuatro ideas simples: más properidad económica, más ambición exterior, más eficacia y más democracia. "Ahora importa hacer vivir el Tratado", comentan, a la vez que advierten del peligro de "aislamiento y de repliegue". La corta declaración final termina llamando a los pueblos europeos a comprometerse juntos a resolver el problema del paro "con energía y determinación y, sobre todo, confianza".
La cumbre reafirmó también su ambición de llegar a actuar "con una voz única y una acción eficaz" en su política exterior. La llamada PESC (Política Exterior y de Seguridad Común) será desarrollada gradualmente y de forma pragmática y empezará con cuatro acciones comunes: la promoción de la estabilidad y de la paz en Europa, la paz en Oriente Próximo, la democratización en África del Sur y la paz en la antigua Yugoslavia. Dichas acciones comunes permitirán utilizar los procedimientos comunitarios, con el voto por mayoría cualificada, para tomar las medidas concretas.
El presidente francés, François Mitterrand, advirtió con tonos dramáticos sobré el peligro de un siglo XXI en el que se extiendan por el continente los conflictos como en la antigua Yugoslavia. Su propuesta de abrir por la fuerza un corredor de ayuda humanitaria entre Split y Sarajevo fue rechazada por los Doce, aunque en una resolución específica sobre Bosnia-Herzegovina, se habla de una orientación que recomienda "utilizar todos los medios apropiados para apoyar la llegada de la ayuda humanitaria".
El llamado tercer pilar de la Unión, correspondiente a la política policial y judicial, recibió también una especial atención de la cumbre, con todo un plan de acción destinado a combatir el crimen organizado y el terrorismo. Los Doce realizaron también una tímida referencia a la "dimensión social", una cuestión recogida en el Tratado, pero a once, ya que el Reino Unido obtuvo también una derogación, como sucedió con la moneda única.
El capítulo dedicado al reforzamiento de la legitimidad democrática de la Unión Europea contiene como única novedad la fijación de un plazo para la constitución del Comité de las Regiones para el próximo 15 de enero de 1994.
Problemas aplazados
Los dos principales conflictos de fondo que podían ensombrecer la cumbre, es decir, la negociación comercial del GATT y la reforma de las instituciones de la CE, desaparecieron prácticamente de la cumbre, a pesar de que algunos socios, como el Reino Unido, hicieron explícita constancia de ambos. Para John Major, por ejemplo, la conclusión de la Ronda Uruguay del GATT es la solución al problema de la recesión y el paro.
La reforma de las instituciones, que divide a los países grandes temerosos de perder protagonismo en favor de la proliferación de nuevos países pequeños que comportará la ampliación, será objeto de una definición por, parte de los Estados socios en la próxima cumbre que se celebrará en diciembre.
La 'depre' de Delors
La depre del presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, es de las que hacen época. El jueves por la noche, escasas horas antes de la cumbre, declaró a la cadena de televisión francesa FR-3 que se sentía "un poco triste". "Tengo el sentimiento de que mi utilidad va disminuyendo", aseguró. "Todas mis propuestas son rechazadas o recortadas", añadió.Delors está particularmente molesto con los ministros de Economía, que no quisieron concederle el lunes pasado, en un consejo celebrado en Luxemburgo, un fortalecimiento de los mecanismos para reactivar el crecimiento el Europa.
Tras fracasar con los ministros, el presidente de la Comisión recabó ayer la complicidad de los primeros ministros. Se quejó de que los Doce no gastan el dinero de que disponen para promover el crecimiento (3,3 millones de ecus de los siete millones acordados en la cumbre de Copenhague) y reprochó a nueve Estados que no hayan ratificado todavía el Fondo Europeo de Inversiones, destinado también a movilizar recursos para terminar con la recesión.
La amargura de Delors conmovió a la cumbre, que decidió desbloquear alguna de sus propuestas. Pero el mensaje con que termina la reunión está lejos todavía de la contundencia que exigía el presidente de la Comisión.
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