'Piercing', deseo tribal

El body-piercing, o anillado corporal, se está abriendo paso tímidamente en España. En Londres, Nueva York y otras ciudades norteamericanas hace tiempo que es una moda entre los que consideran un aburrimiento ser normal. Algunos, como el diseñador Jean-Paul Gaultier, dicen que es un reciclaje de la simbologia punki. Otros, como el fotógrafo español Alberto García-Alix, piensan que es "una vuelta a lo tribal" o "una opción de quienes obtienen placer del dolor". Otros más lo asocian a simbología homosexual. Pero hay quienes simplemente piensan que es un adorno como otro cualquiera."Cada uno hace con su cuerpo lo que quiere", dice García-Alix. "Sé que en una tienda de Barcelona trajeron a un especialista en piercing, pero sólo duró una semana. La gente que conozco con anillos en los genitales o en los pechos se los han hecho fuera de España. Me gustaría ponerme un pendiente en los testículos o un anillo en el pene, pero no me fío. Estas cosas no las puede hacer alguien manazas, porque te desgracia".

No todos pueden ser especialistas de piercing. Se tocan zonas delicadas. Gauntlet, con centro en Los Ángeles y en Nueva York, hace gala de seriedad, limpieza y maestría en "el arte del anillado corporal". "Profesionales desde 1975", "Bello, nuevo, emocionante" dicen en sus anuncios, en los que advierten que anillan a clientes a partir de los 18 años, previa presentación de prueba, y no envían catálogos a menores de 21 años. Gauntlet usa materiales inoxidables, como los de instrumental de cirugía, y para limpiar, la solución de yodo que se usa para incisiones quirúrgicas. A los de poco aguante se les pone anestesia en spray.

García-Alix publicó un número de su revista El Canto de la Tripulación con unas impresionantes fotografías de anillados, sólo superadas en la revista PFIQ (Piercing Fans International Quarterly). PFIQ fue creada en 1977 por Jim Ward, responsable también de las tiendas Gauntlet, la meca del anillado en Estados Unidos. Ward tomó la antorcha de Doug Malloy, un millonario excéntrico amigo de motoristas, rockeros y sadomasos, que durante 30 años practicó el anillado. Él pretendía que fuera admirado como una joya más.

Cinco aritos en la oreja derecha, una espiral de oro en la izquierda; un anillo en la tetilla izquierda y tatuajes en pecho, espalda, brazo derecho e ingle. Ésta es la decoración corporal de José Morales, peluquero en Valencia. "¿Más pendientes? No me lo he planteado", dice. Luce melena, recogida en una trenza, y dice que sus dos hijas adolescentes "están superorgullosas, piensan que soy el papá más moderno". Hace 14 años empezó a perforarse las orejas, y hace 10 él mismo se colocó el aro en el pecho "con una aguja quirúrgica, de las que venden en farmacia". A su mujer -ahora es viudo- le gustaban sus adornos.

Sugerencias bancarias

Gabriela -de 22 años, estudiante de trompeta y aspecto de alumna aplicada- vio a una mujer india con pendiente en la nariz en una foto de National Geographic hace cuatro años y decidió imitarla. Isabel vio a Gabríela e hizo lo mismo, sólo que en distinto lado de la nariz. "Me lo puse hace dos años, el 1 de enero. Quería empezar el año con un cambio", cuenta. De 42 años y madre de dos hijos de 17 y 19 años, Isabel trabaja en un banco, pero no cara al público. Aunque su vestimenta dista de ser estrafalaria, "me han sugerido que cambie mi estilo. Del pendiente no me han dicho nada".Ambas pinzaron su nariz -por unas 600 pesetas- en un puesto del Rastro madrileño, que utiliza unos aparatos disponibles en farmacias para las orejas de bebés. El operador de Gabriela era poco experto, pero al cabo de tres semanas la herida sanó. Gabriela se aventuró al anillado "cuando aquí no se veía a nadie".