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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Problemas nucleares

EL MUNDO libre tiene un grave problema de incomprensión con respecto a China. Entiende mal la rigidez de su sistema político, se escandaliza con su indiferencia a la hora de respetar los derechos humanos de sus ciudadanos y rechaza las iniciativas políticas de sus dirigentes. La tirantez de estos días es un compendio de todas estas cosas. Lo malo es que sus consecuencias no son de orden menor.Por un lado, hace un año que el futuro de Hong Kong (la colonia británica que debe ser devuelta a China en 1997) produce fricciones entre Pekín y Londres por culpa del empeño de Chris Patten, gobernador británico, en conseguir que se garanticen los derechos de mocráticos de la plaza tras la devolución. Sin embargo, para China el gran enemigo sigue siendo Washington. Tres han sido recientemente los motivos de tensión. En la primavera pasada, Estados Unidos condicionó la renovación de la cláusula de nación más favorecida a la mejoría del respeto de los derechos humanos, grave mente conculcados en los tristemente célebres sucesos de Tiananmen en junio de 1989. En agosto, Washington impuso una prohibición de venta de tecnología a Pekín con el pretexto de que los chinos vendían a Pakistán armas fabricadas gracias a ella. Al mismo tiempo, en . un ridículo incidente, Estados Unidos detuvo en tránsito un carguero chino acusándolo de llevar a bordo arma mento químico con destino a Irán; cuando se demostró que la acusación era falsa, el mal estaba hecho. Final mente, y para complicar aún más las cosas, el Comité Olímpico se decidió por Sidney como sede de los Juegos en el año 2000, frustrando así las esperanzas de la capital china. Los líderes chinos acusan a Washington de haber maniobrado para conseguirlo.

Así las cosas, China realizó el pasado día 5 una prueba nuclear subterránea, ignorando la moratoria voluntaria observada durante más de un año por todos los países nucleares del Tratado de No Proliferación (Estados Unidos, Rusia, Francia, el Reino Unido y China) y los llamamientos de Clinton a prolongarla indefinidamente. Pekín anunció que había hecho estallar la bomba con el único objeto de llamar la atención de la comunidad internacional y conseguir que las potencias nucleares aceleren la negociación y firma de un nuevo tratado prohibiendo los ensayos. Si es así, el ejemplo no ha podido salir peor; en efecto, parece haber confirmado por contagio el empecinamiento de las autoridades de Corea del Norte en no respetar el TNP -de hecho, amenazan con salirse del tratado- y en impedir al Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) girar inspecciones para comprobar si Pyongyang está produciendo plutonio.

Si Corea del Norte ha conseguido fabricar la bomba atómica, no sólo habrá despreciado impunemente las reglas del TNP, que firmó en 1985. Habrá creado un foco de legítima inquietud entre los países no nucleares (pero con capacidad para convertirse en nucleares) de su entorno: Corea del Sur, Japón y Taiwan. Y, como afirma The Economist, "habrá sido algo parecido a detonar una bomba atómica debajo de todo el esfuerzo de antiproliferación nuclear".

Todos estos incidentes son más que preocupantes porque amenazan con hacer que la moratoria de ensayos salte por los aires y porque ponen en peligro la renovación del TNP (y el endurecimiento de sus cláusulas) prevista para 1995. La comunidad internacional, y especialmente Estados Unidos, tiene una misión extremadamente delicada que llevar a cabo: apaciguar las considerables paranoias chinas y norcoreanas y convencer a ambos Gobiernos de lo imprudente de ver amenazas por todas partes y de pretender defenderse de ellas a base de incrementar su capacidad de respuesta nuclear. Si no, será imposible llegar a la firma de un tratado de prohibición de ensayos nucleares y se torpedeará la autoridad del OIEA para inspeccionar en el futuro a los posibles infractores.

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