La sociedad secreta se mueve de nuevo
Les Luthiers son seguramente los únicos parodiantes que están a la altura de lo parodiado.
Graciosillos, chistosos, cómicos y farsantes desfilan a menudo ante nosotros para ofrecer un humor basado en imitar a quienes están situados muy lejos de ellos en el escalafón del arte. Muchos caricaturizan con éxito a Antonio Gala, pero nunca escribirán siquiera un párrafo que pareciera salido de su mano. Otros remedan los gestos de Alberto Cortez, y, sin embargo, jamás compondrían ni cinco compases de una de sus canciones. Algunos trinan como Julio Iglesias, pero en ningún momento de su vida habrían atraído la mirada de Isabel Preysler.
Les Luthiers, en cambio, podían haber sido unos magníficos músicos. Y, de hecho, lo son. Podían haber escrito poemas, cuentos y novelas. Y en realidad las redactan para. sus espectáculos. Pudieron dedicarse al mimo o al teatro. Y, en efecto, son capaces de aprovechar en sus actuaciones todos los secretos de las artes escénicas. Pero prefirieron mostrarlo todo a la vez, y buscar el lado gracioso del arte. Sus estudios acádérnicos de dirección de orquesta, de leyes y letras o de química y risica les han dado la altura suficiente para desentrañar lo ridículo que habita en todas las materias que aprendieron.
Ahora van a mostrar los viejos temas que esperaban recuperar sus viejos seguidores, aquellos que formaron una sociedad secreta para adorarles (porque Les Luthiers nunca disfrutaron de promoción alguna, ni en emisoras ni en televisiones). La pequeña sociedad de admiradores españOles inconexos creada hace casi 20 años se ha multiplicado ya como una auténtica red de espionaje.
El humor hábil y profundo envuelve el trabajo de Les Luthiers. No hay en ellos nada de chabacano ni de hortera. Disfrutarán más quienes aprecien la finura y la ironía, los que perciban las variadas aristas de la música y sepan reconocer las caricaturas que esconden en sus notas; y, sobre todo, aquellos que tengan la mente limpia para reír sin miramientos.
Hubo quien les acusó de elitistas. Daniel Rabinovich, el más histriónico del grupo, responde así: "Decían eso y era verdad, actuábamos para las minorías porque al principio venía poca gente. Después empezó a venir más gente y dejamos de actuar para las minorías".
La intensa afluencia a la taquilla indica que, paradójicamente, quienes ahora consigan entrada volverán a ser una minoría, aunque entre todos sumen ya más espectadores que nunca. Eso sólo significa que la sociedad secreta ha extendido sus contactos.
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