Cuero de cacique
El clientelismo tradicional en Galicia parece estar en trance de desaparición
Llamarle cacique al adversario sigue siendo habitual en el lenguaje político de Galicia. En los dos últimos siglos, los amos de los votos han dominado amplias zonas rurales, y muchos analistas atribuyeron el predominio electoral de la derecha a la vigencia de esta peculiar estructura dé poder. La lucha contra el caciquismo fue una de las primeras enseñas del movimiento galleguista, cuyo principal ideólogo, Alfono Daniel Castelao, satirizó como nadie la figura del cacique en viñetas que han pasado a formar parte del alma colectiva de los gallegos. Sin embargo, algunos investigadores opinan que están desapareciendo en Galicia las formas tradicionales de clientelismo, y conceden escasa relevancia al llamado voto cautivo.Una vieja copla popular pregona que el cuero de cacique nunca rompe: "Este pandeiro que toco, por moito que repenique [repique], non teñas medo que rache, que é de coiro de cacique". La figura del señor que compra votos y proporciona enchufes en la Administración está unida a la historia más reciente de Galicia. Ha producido abundante literatura y, sobre todo, ha inspirado decenas de caricaturas de Castelao, que aún hoy pueden encontrarse en la pared de cualquier bar. Una de las más famosas muestra a un paisano que entrega un jamón a un señor. A éste le parece insuficiente y exclama: "¿Entonces el cerdo era cojo?".
En esta campaña electoral, ni siquiera Manuel Fraga ha podido evitar referirse al caciquismo. Fue durante un mitin en Vilalba (Lugo), su pueblo natal. El presidente de la Xunta explicó que las inversiones de su Gobierno en el municipio atienden necesidades básicas, y no deben interpretarse como un. privilegio para la tierra donde él nació. "Sería muy fácil caciquear una zona, pero yo no hago eso", aseguró Fraga.
Sin embargo, en el mismo mitin, el vicepresidente del Parlamento autónomo y ex alcalde de la localidad, José María Garcia Leira, no se anduvo con rodeos y reveló que muchas "familias Populares" no habían acudido a votar en las últimas elecciones. "Hoy en día, con los ordenadores, se sabe todo", dijo García Leira para avalar su afirmación. Pocos días antes, el propio Fraga tuvo que reprender sutilmente al alcalde de Cambados (Pontevedra), Santiago Tirado, quien afirmó en un mitin que las inversiones públicas en el pueblo se las habían facilitado sus "amistades" en la Xunta.
En las elecciones legislativas del pasado 6 de junio, el BNG de Lugo convocó un safari fotográfico anticaciquil. No se cazó a nadie repartiendo papeletas a ancianos, pero sí se juntaron decenas de fotografías de taxis y automóviles particulares que llevaban a gente a votar. "Algún taxista hizo más de doce viajes en el día", recuerda una dirigente de la organización nacionalista.
En cada campaña se suceden las acusaciones de presuntas prácticas caciquiles, cuyos protagonistas no son sólo miembros del PP. Cuando se acercan unos comicios, comienzan a merodear por las aldeas las máquinas excavadoras de las diputaciones provinciales, mientras los políticos se lanzan a frenéticas carreras de inauguraciones. Algunos investigadores sociales e historiadores interpretan estas prácticas como residuos de las viejas costumbres clientelistas, pero creen que el caciquismo tradicional desapareció con la II República o, como mucho, en la posguerra. "El caciquismo es un sambenito de Galicia, pero no un fenómeno singular de esta tierra", opina Ramón Villares, rector de la Universidad de Santiago y catedrático de Historia Contemporánea. "Las prácticas clientelistas fueron comunes hasta la república. Desde 1977, el sistema electoral se ha ido perfilando, y las, listas bloqueadas y cerradas han contribuido a evitar la compra de votos personales. La gente generalmente sabe lo que vota".
"El caciquismo ha sido posible aquí porque la gente entiende el voto como un valor de cambio, algo que entrega a quien más ofrezca por él", apunta el sociólogo Juan Luis Pintos. Según su análisis, en Galicia, como en otras sociedades rurales, ha existido un sistema de redes o grupos, vinculados fundamentalmente por relaciones familiares, que se prestan a caer bajo el dominio de los que ejercen el poder. En esta estructura social, la ideología tiene poco valor. Sin embargo, Pintos tampoco cree que el voto cautivo tenga ahora una especial incidencia sobre los procesos electorales.
Lo mismo opina el antropólogo Manuel Mandianes, miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, quien señala a Fraga como el político actual que más se parece a la antigua figura del cacique. "No lo digo en el sentido corrupto, sino porque su lenguaje y su modo de actuar coinciden más con la óptica de la población rural", se apresta a matizar. Mandianes destaca los rasgos positivos del cacique, como una persona que buscaba soluciones a los problemas de sus convecinos. Por eso, según su interpretación, en Galicia los votantes se fían sólo de los logros concretos y más cercanos que les ofrecen los candidatos.
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