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Tribuna:ELECCIONES EN GALICIA
Tribuna
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Entre mujeres

Manuel Rivas

"Se acabó la magia de la palabra", sentencia Isabel Tocino para ilustrar el desgaste felipista. Así que hay una intérprete para sordomudos en el estrado del multitudinario acto organizado en La Coruña por MuJeres para la Democracia. Para referirse a González la muchacha lleva el índice a los carnosos labios. Pico de oro. Fraga, en sordomudo, se dice tirantes. ¿Y cómo se traduce Aznar en el lenguaje de las señas? La joven se dibuja un bigote y parece sonreír con los ojos ante su gesto chaplinesco.Pero Aznar ya no es el inexpresivo joven del bigote que Fraga buscó de sustituto. Sentado a sus anchas en la popa del pailebote gallego, el viejo patrón lo observa complacido. Mientras él pesca votos gallegos a puñados, sean fanecas o panchitos, el gavioto Aznar vuela por su cuenta y maniobra con desenvoltura y creciente aplomo para embeleso de las demás populares que agitan sus pañoletas blancas en el muelle.

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Hasta hace poco, cuando Aznar llegaba a Galicia parecía un lejano pariente despistado, oriundo de la colonia gallega de Guadalajara, México. Y cuando lo sentaban en las larguísinias mesas de una romería popular, tenía el aire perplejo de un maragato en uno de esos opíparos banquetes de la aldea gala de Asterix y Obelix en los que don Manuel ejercía de jefe Abrara Curcix. El cauto huésped es ahora protagonista y no se anda con tiquismiquis a la hora de zamparse un jabalí.Antes de que los machos llegasen arrasando con las cámaras de televisión poco antes de la hora de comer, las mujeres populares estuvieron varias horas arreglando el país, asistidas únicamente por un santo varón con las mejillas ruborizadas por dos mil besos. Era éste José Manuel Romay. Becaría, quien las animó con Teresa de Jesús y su determinación de no cejar en la obra "así se hunda el mundo". En ese punto, la intérprete para sordomudos dibujó una esfera en el aire y la dejó caer. No hizo ruido, porque era metáfora, pero yo me imaginé al pobre mundo cascado como una bola navideña en el suelo del Palacio de Congresos, mientas Romay murmuraba con la mano en la barbilla: "Ya lo decía yo". Además del programa popular, lleva don José Manuel en los pertrechos de campaña el Camino de Escrivá de Balaguer, y así cualquiera. Un pedernal enfundado en loden.

En la mesa presidencial de Mujeres para la Democracia luce un florido ramo de barbies, pero cuando María Jesús, Mari Cruz, Elena o Isabel toman la palabra se transforman en sufragistas, se desenvuelven sin complejos en el ideario feminista y se erigen en la vanguardia modernizadora de la derecha española. Hasta tienen un poco de compasión con los homiños. Son discursos bien enhebrados, de lo mejor que el cronista ha oído en la campaña, porque no es lo mismo que te expliquen la economía en criptogramas que con el lenguaje de quien tiene que administrar la casa. A veces chirría la demagogia, por ejemplo cuando se habla de droga y se afirma que el Gobierno socialista ha convertido España en un "paraíso para los narcotraficantes". Decir eso en Galicia, donde todos conocen el perfil ideológico de los mafiosos, es un disparate. Pero, por lo visto, incluso entre mujeres es más rentable explotar la desgracia que cultivar la gracia.

Por lo demás, muy bien. Los pocos hombres testigos del encuentro habíamos llegado a la conclusión de que efectivamente el mundo iría mucha mejor gobernado por las mujeres, de derecha o de izquierda, tanto da. Es de sentido común. No hay más que echar un vistazo a las librerías y a las bibliotecas. Sólo leen las mujeres. Lo único que leen los hombres es el BOE y el Marca. Con los dineros, la mujer piensa en términos de comida, educación o ropa. ¿En qué piensa el hombre? En pirotecnia.

Y estábamos todos encantados en el vientre apacible de la Madre Tierra cuando nos despertó bruscamente un zafarrancho en el recibidor. Entraba don Manuel. Las dos mil mujeres que iban a salvar el mundo aclamaban al superhombre.

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