15 'okupas' se apoderan de una vieja académia de Tetuán
Los jóvenes, que luchan por tener una vivienda, fueron desalojados de la escuela donde vivieron nueve meses
De oca a oca. Quince jóvenes okupas que vivian desde hace nueve meses en un colegio abandonado de la calle de Otamendi, en Tetuán, fueron desalojados el sábado por orden judicial. Saca ron sus bártulos y se fueron... a tomar otra casa.Ayer ya estaban aposentados en otro edificio cercano: una academia vacía, en el número 14 de la calle de Cenicientos. En las pizarras donde antes los niños dibujaban cuentas y palotes ahora aparecen símbolos y lemas del movimiento okupa.
No viven situaciones de pobreza extrema ni tienen que alimentar a una recua de chiquillos. Este grupo, formado por jóvenes veinteañeros -unos en paro, otros estudiando y algunos trabajando en chapuzas-, ocupan edificios en buen estado y abandonados para protestar contra la especulación del suelo y la vivienda. Y para vivir de otra manera. "Más autogestionaria y menos consumista", explican.
Hace nueve meses desembarcaron en Otamendi. "Al principio, algunos vecinos llamaron a la policía porque no se fiaban de nosotros; al final, había hasta gente mayor que nos traía colchones y muebles que no usaban", aseguran. "Hubo alguna protesta por el ruido de los conciertos, pero procurábamos que acabasen a medianoche para no molestar".
Barrieron, pintaron, construyeron duchas y adecentaron el local. Los numerosos ancianos del barrio se encontraban sus curiosos carteles al ir al supermercado. En ellos invitaban a los vecinos a participar en talleres de serigrafía, de árabe y de inglés y en algunas proyecciones de cine. Todo gratis.
Habilitaron un pequeño bar y celebraron conciertos. También tenían un proyecto de cooperativa. Hace una semana prepararon, una fiesta para recaudar fondos. Pero no se llegó a celebrar. Horas antes, a las nueve de la mañana del sábado, llegó la policía con la orden judicial de desalojo, solicitada por la inmobiliaria que posee el local.
Barrer y limpiar
Ayer, otra vez barrían y limpiaban. Pero en otro edificio: un pequeño bloque de tres plantas -en dos de ellas hubo una academia- en las que aún figura el despacho del director, y otra que parece la vivienda del conserje. Pupitres, lámparas y carteles con enanitos y heidis se entremezclan con sus bártulos. "Somos 15 y va a ser un curro sacar habitaciones para todos, además, tampoco hay agua", aseguran.
"Puede que nos tiremos meses arreglando esto y, luego, de repente, nos echen, pero defendemos una forma de vida y n)s queda la satisfacción de seguir luchando por ella", añaden. Piensan seguir con los talleres, pero no con los conciertos. "No hay sitio", se lamentan, ante el alivio de los vecinos.
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