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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La caída de Sujumi

Es PROBABLE que la suerte de Sujumi estuviera ya echada cuando, hace dos semanas, el ministro de Defensa de Rusia, Grachov, declaró que los georgianos de bían abandonar dicha ciudad para que se pudiese lograr una solución pacífica. No cabe duda que el papel de los militares rusos ha sido fundamental en el conflicto entre los abjazos y los georgianos. No han intervenido directamente, pero han facilitado a los abjazos armamento mientras favorecían que voluntarios de otros pueblos del Cáucaso se incorporasen a las fuerzas que combatían para expulsar a los georgianos de Sujumi. No es seguro que haya unanimidad en el Gobierno de Moscú; si los militares quieren sobre todo conservar su posición dominante en el mar Negro y evitar que Georgia se convierta en una potencia importante, el Ministerio de Exteriores de Moscú busca, básicamente, conservar la hegemonía de Rusia en el Cáucaso, utilizando para ello el peso militar, pero también los medios políticos y diplomáticos.Rusia logró convencer, en julio pasado, a georgianos y abjazos que firmasen un alto el fuego. La ONU dio su apoyo, e incluso- el secretario general, Butros Butros-Gali, envió algunos observadores de la ONU a Sujumi con la misión de velar por el cumplimiento de lo pactado. A la luz de la experiencia, está claro que ese papel de mediación confiado por la ONU a Rusia en los conflictos de la antigua Unión Soviética debe ser revisado. Si la ONU interviene, debe hacerlo con medios que le permitan aplicar sus principios. En cuánto a Rusia, tiene sus propios intereses, entre los que destaca el de seguir siendo la gran potencia, más o menos dominante, en esa parte del mundo. Ello puede ayudar a pacificar ciertos conflictos, pero en otros casos los agudiza.

Que los abjazos hayan logrado una victoria militar en Sujumi es en sí mismo un hecho sorprendente. No se puede olvidar que representan una población absolutamente minoritaria en su propia república de Abjazia, aproximadamente un 18%. El resto está formado por georgianos, rusos y otras nacionalidades. Ahora, con Sujumi en manos abjazas, el conflicto continúa. En las negociaciones que se van a abrir en Ginebra, Rusia quiere desempeñar un papel decisivo, y dispone para ello de cartas importantes. Los abjazos no pueden olvidar la raíz de su superioridad militar, y, por su parte, los georgianos quieren acercarse a Rusia por creer que es el mejor camino para evitar que su derrota se convierta en catástrofe. Ya han ofrecido ingresar en la CEI, cuando desde la fundación de ésta fueron contrarios a una Comunidad en la que veían una merma a su soberanía.

La caída de Sujumi es consecuencia también de la evolución caótica que Georgia ha vivido desde la proclamación de su independencia. Los extremismos nacionalistas de la primera etapa desembocaron en varias guerras civiles y en la aparición de grupos armados en diversas regiones que han impedido la creación de un Estado consolidado. Cuando Shevarnadze volvió a su país hace año y medio, dijo que era el paso más arriesgado de toda su vida. Y, efectivamente, no parece que haya sido capaz de enderezar una situación que impide a los georgianos, a fuerza de tener grupos armados dispersos, disponer de un ejército nacional con una capacidad combativa seria.

Shevamadze no pudo frenar la presión nacionalista que le llevó a lanzar los tanques en agosto de 1992 para expulsar a los abjazos de Sujumi, capital de Abjazia, en todo el periodo en que esta república "autónoma" ha existido en el marco de la de Georgia. A última hora, para prestigiarse entre sus compatriotas, se encerró en Sujumi como héroe de la resistencia hasta el fin. El resultado ha sido nulo. Cabe esperar que reaparezca pronto y que pueda volver a su capital y dedicarse ir preparar la indispensable negociación. Asumiría así un papel más acorde con su trayectoria de gran diplomático, que no el de héroe de una resistencia vana.

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