_
_
_
_
_
Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tambores y boleros

Un poco menos de media entrada para recibir al ballet caraqueño, con una selección de programa desgraciada que da una visión limitada y hasta falsa de la principal agrupación de aquel país latinoamericano.La oferta se abrió con Motivos eternos, una especie de Chorus line tropical. La verdad es que el bolero y el mambo-son (lo mismo que la guaracha, el cha cha-chá y la conga) poco tienen que ver con el arabesque y el fouetée; en la pieza de Alcalá no hay ironía ni doble sentido, sino un seguimiento literal de las le tras de los boleros. El resultado queda entre la telenovela (allí son grandes productores de ese subgénero) y el musical barato. Los versos de Toña la Negra son como la vida misma, pero hay que acercarse a ellos en un juego de interpretación distante para no ser tan auténticamente camp. En lo estrictamente coreográfico tampoco hay nada que destacar.

Ballet Nacional de Caracas

Motivos eternos: William Alcalá / varios; Nuestros valses: Vicente Nebrada / Teresa Carreño; La luna y los hijos que tenía: V. Nebrada / Michael Kamen y Tambores Negros de Barlovento. Festival de Otoño. Teatro Albéniz, Madrid. 27 de septiembre.

Luego, Nuestros valses mostró al mejor Vicente Nebrada (Caracas, 1932). Esta obra y su Percusión para seis hombres (que figuró fugazmente en el repertorio del desaparecido Ballet Nacional de España-Clásico) son las que han saltado con éxito a la escena internacional. En Nuestros valses el coreógrafo acude a movimientos circulares y hasta emocionadas espirales en el aire, el centro y el suelo, siempre en parejas, para corresponder a una música envolvente y ligera; una suerte de neoclasicismo donde pervive la experiencia personal Junto a los grandes maestros norteamericanos del género, especialmente Balanchine y Robbins.

Cuatro pequeños cisnes

Cuando en La luna... Nebrada se logra liberar del tufo indigenista (que nada tiene que ver con él, su estética y su formación) consigue momentos interesantes, como ese ligero pas de quatre donde las bailarinas emulan a los cuatro pequeños cisnes de Ivanov, repitiendo entre otras frases propias las de la coreografía clásica, un ejercicio que se vuelve feliz metáfora de la aplicación americana del ballet de origen europeo, pero ya probadamente universal. Los tambores de Barlovento por momentos se comen a los bailarines con su fuerza y contundencia.La compañía tiene una plantilla de chicas valientes, pero inexpertas e irregulares, y los hombres hacen un baile de poca terminación, aunque con ocasionales gestos de bravura. Hubiera sido interesante ver en Madrid la otra faceta del conjunto, su manera personal de abordar los clásicos. Recientemente su Don Quijote ha merecido elogios de la prensa americana, pero, como casi siempre en Madrid, programar danza es sinónimo de arbitrio y no de especialización.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_