De pandillas y otras cagadas, con perdón
Dice el Ayuntamiento que, por favor, no echemos miguitas de pan a las palomas porque sus cagadas son un desastre, o sea, que tienen una composición química corrosiva que destruye los monumentos y los edificios públicos, que enseguida van a ser privados, señor conde. Además, dejan las estatuas llenas de bacterias que hacen palidecer los rostros de los prohombres inmortalizados en bronce en nuestras avenidas. Estoy de acuerdo, nunca me gustaron esos bichos: son las ratas del aire, no sé a quién se le ocurrió hacer de ellas el símbolo de la paz. Pero no creo que lo más adecuado sea reducirlas por hambre; se comerían unas a otras proporcionando un espectáculo muy poco edificante a nuestros niños, que, según un reciente estudio, están deprimidos en un 10 % . A ver si me explico: no es que cada uno de ellos tenga deprimido un 10% de sí mismo, sino que 10 de cada 100 andan jodidos, por los estudios mayormente.No me imagino, la verdad, acercándome a un niño triste en el Retiro para decirle que deje de echar maíz a las palomas porque sus excrementos están llenos de microorganismos patológicos. Hay que buscar otras soluciones para que los símbolos de la paz mantegan una población estable, y me parece que eso está inventado. Ahora no me acuerdo, pero un día, paseando por las Ramblas de Barcelona, alguien me contó que habían conseguido erradicarlas o reducir su número a unas proporciones justas de una forma indolora y sin dar el espectáculo. Pónganse en contacto con aquel municipio.
Lo que hay que dejar de alimentar son otras cosas, por ejemplo, a Matanzo o a lo que este buen señor representa, que el otro día, en una manifestación de
los comerciantes de El Rastro contra la droga, la gente pedía la vuelta de Matanzo, porque Matanzo había sido muy eficaz. Así no se convierten ustedes en un partido de centro, ni siquiera del distrito Centro, en dos años ni en cinco. O sea, que hay que usar la cabeza y ver el modo de conciliar democracia con seguridad, libertad con tranquilidad, para que no se acabe identificando bienestar con autoritarismo, porque, si no, llega un momento en que el grito del delincuente y del señor honesto viene a ser el mismo, y es que, ya se sabe, los extremos se tocan. Por ejemplo, oímos decir a uno de estos honrados manifestantes que pedían el regreso de Matanzo que ellos se han organizado en patrullas o en pandillas, no sé, y "salimos todas las noches a hostiar a la gente que se pica". Eso no puede ser, señor alcalde, porque la gente que se pica es víctima de la misma amenaza que el comerciante atracado, no vayamos a ponernos como Gil y Gil, su colega marbellí, que el otro día intentó justificar una paliza de la poli a un periodista porque estaba borracho, el periodista. O sea, que cuando patrulla y pandilla empiezan a significar lo mismo es que algo huele a podrido en Dinamarca. Además, fijese que por esas mismas fechas y aquí mismo, en la Casa de Campo, el capo Laureano Oubiña decía que de qué se quejaba Portabales, si sólo le había dado un par de hostias y una patada en el culo. El mismo lenguaje, como ve, saliendo de la boca de un honrado comerciante y de un presunto narco, colocados ambos en los dos extremos de la complicada arquitectura de la droga.
Exprímanse el coco, pues, a ver si dan con una idea, o con dos, para que ni
nos caguen las palomas ni nos devoren los halcones, que ahora resulta, por ejemplo, que acaban de salir de la cárcel los traficantes de Las Fronteras y los vecinos empiezan a barruntarse lo peor. Y lo peor, creo, es que se organicen en patrulla, o en pandillas, al tiempo que piden el regreso de lo que el señor Matanzo representa. Vale.
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