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Portabales aguanta el primer ataque de los abogados de los 'narcos', aunque incurre en imprecisiones

El macroproceso contra las redes del narcotráfico gallego arrancó ayer con fuerza con el interrogatorio de Ricardo Portabales, el narcotraficante arrepentido cuyo testimonio originó la Operación Mago. Portabales aguantó sin fisuras el interrogatorio de los abogados de los narcos, pero les proporcionó involuntariamente dos importantes bazas: reconoció que las agendas donde fue recopilando las hazañas de sus ex compinches las confeccionó con sus simples recuerdos y con lo que le contaron otras personas y, además, que las fechas a las que se refieren tales operaciones "no están totalmente precisadas".

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El arrepentido mantuvo un tono firme y sugestivo durante el interrogatorio del fiscal Javier Zaragoza, pero se mostró impaciente y desafiante ante los defensores. Portabales cedió terreno al rehusar responder a las decenas de preguntas de Manuel Tuero, abogado del presunto capo Laureano Otibiña. "Me niego a contestar po-rque este señor está defendiendo a una persona que ha atentado contra mi vida`, explicó ante el tribunal.Portabales, que compareció vestido de negro, con abundante barba y gafas oscuras, negó ante el tribunal que juzga a los 47 procesados que se hubiera decidido a colaborar con la justicia por resentimiento. Fue la venganza de los narcotraficantes contra su mujer y' sus cuatro hijos lo que le impulsó a contarlo todo. El arrepentido aseguró que siente "terror" hacia sus excompinches.

Su declaración estuvo salpicada de incidentes desde el comienzo, en que centró sus acusaciones en Oubiña, al que culpó directamente de las agresiones sufridas en la prisión de Pontevedra donde ingresó en 1989 por tenencia de drogas y de una pistola.

Al narrar los comienzos de su cautiverio, se volvió desde su asiento hacia el resto de los acusa os, señaló a Oubiña con el dedo y explicó que había tenido "dos fuertes broncas con ese señor". Otibiña, en tono sorprendido, replicó: "Pero si sólo le pegué dos hostias y una patada en el culo...". Si el gesto de Portabales fue una provocación calculada le salió de maravilla, porque Otibifia cayó en la trampa y el tribunal determinó la inmediata expulsión de éste. No obstante, volvió a ser admitido después.

Portabales fue interrogado reiteradamente por sus célebres agendas, en las que fue apuntando los alijos de droga en que había participado. Fue la sustracción de una de esas agendas, que Portabales guardaba en la enfermería de la cárcel, pegada con esparadrapo bajo el cajón de una mesilla, lo que determinó su caída en desgracia ante sus compañeros. Antes sólo había recibido algunos golpes de Oubiña a raíz de unas declaraciones suyas aparecidas en una revista.

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Según el relato del arrepentido, su vida en la prisión se fue complicando: las cartas que enviaba a los juzgados no llegaban nunca, estaba constantemente atemorizado y no comía ni bebíá por temor a ser envenenado (Sólo tomaba la fruta que su esposa conseguía hacerle llegar). Acabó pasando en una celda las 24 horas del día, pero ni siquiera allí consiguió estar a salvo.

"Un día que estaba solo en la celda entraron y me echaron la toalla de baño por la cabeza. Empezaron a golpearme y lo único que pude ver fueron unos zapatos blancos con cordones negros. La única persona que los llevaba en la prisión era Oubiña", relató.

El arrepentido aseguró que sus declaraciones ante el juez Baltasar Garzón las hizo libre y voluntariamente: "Lo único que pedí es que dieran protección a mi familia. No actué por venganza ni resentimiento, sino porque se vengaron en mi mujer y los cuatro niños. Les cortaron las cabezas a los perros y las clavaron en la puerta", añadió.

El abogado Manuel Cobo del Rosal, defensor de Celso Barreiros, puso en aprietos a Portabales al repasar las fechas en que comenzó a escribir las agendas. Después le preguntó por qué nunca había denunciado las palizas. "No me fiaba ni del cura de la cárcel" replicó Portabales, quien sólo confía en el juez Garzón y el fiscal Javier Zaragoza. El presidente del tribunal expulsó de la sala a Manuel Fernández Padín, otro de los narcos arrepentidos, por llamar "vendido" al abogado Cobo del Rosal, según hizo notar su compañero de la defensa Manuel Tuero.

El abogado Marcos García Montes inquirió de Portabales la profesión que desempeñaba después de salir de la cárcel indultado. "Soy un protegido", respondió. "Lo único que me dan es para poder mantener a mi familia y creo que es lo más inínirno". Nadie fue capaz de hacerle confesar la cantidad que recibe mensualmente del Estado.

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