La interminable guerra de Yeltsin
El presidente Boris Yeltsin y el Parlamento de Rusia, que llevan más de un año a la greña, tendrán que malvivir aún varios meses, porque las elecciones legislativas en Rusia sólo pueden plantearse técnicamente a partir de la primavera de 1994, en el mejor de los casos, y no este otoño, como quería el presidente.Este es el mensaje que, acompañado de duros reproches, trasmitieron a Yeltsin la mayoría de los miembros del Consejo Presidencial, según Gueorgui Satárov, uno de los integrantes de este organismo consultivo formado por una treintena de eminentes personalidades rusas.
Yeltsin y el actual Parlamento podrían incluso verse obligados a coexistir hasta el fin de la legislatura en 1995, si no logran llegar a un acuerdo para salir del círculo vicioso en el que se encuentran metidos. Para celebrar elecciones anticipadas, el Parlamento debería, por lo menos, aprobar una ley al efecto, y aunque existe un borrador, los diputados no desean hacerse el harakiri.
Yeltsin, recién recuperado de la radiculitis que le ha forzado a cambiar el tenis por la natación, reunió el Consejo Presidencial el martes en el Kremlin. En esta rentrée moscovita, el presidente fue recriminado con acritud por haber dejado perder el capital político conseguido en el referéndum del 25 de abril.
"Le criticamos por la pérdida del ritmo político y por haber administrado mal su carisma", dice Satárov, según el cual, el Consejo Presidencial recriminó a Yeltsin con más intensidad que nunca, además de extender sus reproches al equipo presidencial y, muy en particular, al viceprimer ministro y titular de Economía, Oleg Lóbov, hombre de confianza de Yeltsin.
El referéndum dio a Yeltsin un masivo voto de confianza, que se invirtió en empresas con mucho ruido y pocas nueces. La guerra entre el Legislativo y el presidente ha aburrido a la población y, por lo que se vio el martes, el tedio ya ha llegado hasta él Consejo Presidencial. Anatoli Sobchak, el alcalde de San Petersburgo, lamentó las energías invertidas en la Conferencia Constitucional y manifestó que "la fuerza se fue por la boca".
Esta Conferencia, integrada por 600 personas elegidas con el propósito de abarcar todo el espectro social, surgió como un parlamento alternativo para elaborar una Constitución y determinar el mecanismo para aprobarla. El gigantesco foro aprobó un borrador constitucional, que acabó en vía muerta, debido a las objeciones de muchas de las 21 repúblicas integradas en Rusia.
Al acercarse el otoño, el proceso constitucional ha vuelto a activarse y, dado que ni Yeltsin puede imponerse al Parlamento ni viceversa, el problema sigue siendo cómo salir del callejón sin salida que chupa las energías de la clase política rusa.
La Constitución, que podría desatascar la política rusa, parece alejarse en el horizonte. Los partidarios del presidente cantaron victoria demasiado pronto, al declarar que el borrador elaborado por la Conferencia Constitucional era el de la verdadera y legítima ley fundamental. Nada de eso, porque el borrador del Parlamento ruso nunca se desechó y esta semana se ha reunido un nuevo organismo para examinar conjuntamente los dos borradores existentes. Las diferencias entre ambos -uno de los cuales parte de la idea de república presidencial y el otro, de república parlamentaria- podrían limarse en un compromiso, si se quisiera.
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