Mario Camus hace de Carmen Maura una mujer "agria y destemplada"
La película 'Sombras en una batalla' se estrena hoy en toda España
Sin tacones, sin maquillaje y sin minifalda, Carmen Maura se ha enfrentado a Sombras en una batalla, la última película de Mario Camus. En ella la actriz interpreta a una ex terrorista que, huyendo de su pasado, vive y trabaja en el campo con la única compañía de su hija. "Una mujer agria y destemplada, que no es la alegría de la huerta", dice Camus sobre el personaje de Maura. "Me encuentro cómodo con los personajes femeninos, son ellas las que provocan los dramas", añade el cineasta.
"Carmen tiene gran facilidad para hacer creíble cualquier cosa. Es muy trabajadora", dice el cineasta santanderino, de 58 años y con más de 20 películas a sus espaldas. "Ella está acostumbrada a diálogos cortos, casi improvisados, y los diálogos de esta película son muy largos. Dichos por otra persona resultarían torpísimos, pero lo portentoso de esta mujer es la credibilidad que transmite".Sombras en una batalla, que ha contado con un presupuesto de 200 millones de pesetas, sitúa su historia en un páramo de Zamora. Perros, ovejas, vacas, cerdos y todo tipo de pájaros aparecen y desaparecen de la pantalla, animales que forman el mundo de Ana -personaje que interpreta Carmen Maura-, una veterinaria que vive sola con su hija de 12 años. El actor portugués Joaquim de Almeida y Fernando Valverde interpretan a los dos hombres que se sienten atraídos por la cerrada protagonista.
"El personaje de Carmen es muy duro, pero no podría ser de otra manera. La alegría la aporta su hija, necesitamos la dureza de la madre para entender la evolución de la niña. Yo quería que en un momento la hija fuera la madre de la madre, hoy los niños crecen muy deprisa", continúa el cineasta, alto y elegante y que, como un adolescente, refugia constantemente sus manos en los bolsillos.
Camus, que ha dirigido algunos de los filmes más taquilleros del cine español -Los santos inocentes, La colmena-, no tuvo demasiado éxito con su anterior película, Después del sueño, que hablaba del fin de la utopía comunista. "Cuando uno piensa que sus historias ya no tienen público se siente muy frustrado", dice el cineasta -que se justifica hablando de "su manía con el pasado"- "A veces te despiertas pesimista y te preguntas si lo que haces es realmente tan ajeno a la gente; otras te levantas optimista y piensas que tus películas no gustan sencillamente porque no van a verlas", añade.
"Sólo quiero contar historias de personas", afirma el director, que prefiere hablar de cualquier cosa antes que de su trabajo, y que intenta dejar a un lado la zona movediza de La sombra de una batalla: el pasado político de sus personajes. "Yo me nutro de la realidad, coincido con la tradición de los narradores realistas de los años cincuenta y sesenta. Con la fantasía no me manejo bien, ni con la comedia de carcajadas. A mí lo que me gusta construir son relaciones filiales, hablar de la amistad, del amor".
"En la película no se habla explícitamente de ningún grupo terrorista, porque no hace falta. Y aunque sea precisamente la dimensión de la vida anterior de esta mujer la que provoque los aspectos dramáticos del filme", afirma.
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