Hasta descubrir las lágrimas
Roger Van der Weyden nació en Tournai en una fecha incierta que se sitúa entre el 1399 y el 1400 y trabajó en el taller de Campin desde 1427 a 1432, en que alcanzó la maestría y se estableció en Bruselas, donde moriría, rico, famoso y acreditado, en 1464. Los resultados de la restauración de su pintura El descendimiento de Cristo están a la vista.Pero, por primera vez en la historia del Museo del Prado, también están a la vista los pasos, hasta ahora ocultos, que han permitido llegar al final feliz. En diversos paneles se muestra, con imagen y palabra, el deplorable estado que presentaba el cuadro de Van der Weyden hasta hace sólo unos meses: los desperfectos en la armadura y en el marco, los desconchones y la terrible suciedad en la pintura.
Se observa también lo que habitualmente sólo el ojo infrarrojo puede ver: la disposición de las diversas capas de pintura, las sucesivas limpiezas (una de ellas con simple jabón); los desplazamientos que se habían ido produciendo allí donde las telas habían sido unidas. Se descubren, incluso, las lágrimas abundantísimas que bañan el rostro de Nicodemus y que el paso del tiempo había ocultado.
Sigue la tarea
Mientras, en los sótanos del museo sigue la tarea. Los restauradores se afanan actualmente con dos retablos que no son del Prado y que, una vez recobrado su esplendor, se expondrán en sus salas, junto con las secuencias del proceso restaurador el próximo 20 de octubre de este mismo año.Y más adelante, en 1994, dos piezas excepcionales se mostrarán en público tal como salieron en su día de las manos del pintor. Una, Las tres gracias, de Boticelli. La otra, Carlos V a caballo, de Tiziano.
Babelia
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