La paz democrática es "superficial" afirma Juan Pablo II en Lituania
"¿Qué paz queréis garantizar a vuestro país? ¿Nos podemos quizás contentar con una paz superficial, que se limite a garantizar la libertad y la participación democrática -bienes sin duda preciosos-, pero que no se mida con el gran problema de los valores, de la ética, del sentido de la vida? La experiencia de la sociedad democrática, de antigua tradición, nos advierte de los peligros de una paz antigua, construida bajo el signo del minimalismo o del relativismo ético", dijo ayer Juan Pablo II en Siluva, pequeña localidad de Lituania.
El Papa, que tenía previsto viajar a primera hora de la mañana de hoy a Riga, la capital de Letonia, culminó su visita de cuatro días a Lituania, la única República báltica de mayoría católica, reiterando que la caída de los regímenes comunistas, un acontecimiento histórico del que él mismo ha sido protagonista, no resuelve los problemas del mundo. En este contexto, afirmó que "el materialismo práctico es tan insidioso como el materialismo dia¡éctico", que constituía el núcleo de la filosofía marxista. También recordó que, desde hace un siglo, la Iglesia condena el liberalismo puro con la misma fuerza que la ideología comunista.Juan Pablo II ha hecho, además, entender que el actual auge de la devoción religiosa en países de la antigua URSS, como Lituania, donde el catolicismo ha sido un elemento básico de la identidad nacionalista, no corresponde con una práctica moral mayoritaria acorde con la ética que enseña la Iglesia ni con el sentido trascendente de la existencia que este Papa predica como base de la única posible libertad humana.
"La paz es sólida", dijo ayer retomando esa idea, "en la medida en que tiene sus raíces en lo alto, al resguardo seguro de la norma moral y de la apertura a lo trascendente. En cambio, vacila irremediablemente si se hunde en el pantano de la indiferencia religiosa y del pragmatismo".
Entre esas advertencias continuas y pese a la constatación de la profunda crisis que el derrumbamiento del telón de acero ha dejado en Europa, para hacer frente a la cual el Papa propuso el pasado domingo "una alianza renovada entre la cultura y la Iglesia", la visita pontificia a Lituania ha tenido un sentido fundamental de celebración y de exaltación de la independencia de la República báltica.
Ayer precisamente, como acto culminante de su visita, el Papa se desplazó al llamado Monte de las Cruces, una pequeña colina de unos 15 metros de altura, próxima a Lietuva, la cuarta ciudad de Lituania. Dicha colina, que comenzó a cubrirse de cruces en 1863 cuando las fuerzas del zar aniquilaron una insurreción lituana, es el símbolo del independentismo del país por antonomasia. Nuevas cruces siguieron acumulándose sobre el reducido terreno incluso durante la época soviética -a pesar de que en 1974 hubo un intento de destruirlas-, hasta sumar los miles que hoy ocupan literalmente palmo a palmo la colina.
El Pontífice advertió del riesgo de los egoísmos nacionales, aunque más referidos a las grandes potencias que someten a países pequeños como Lituania, y ha llamado repetidamente a la reconciliación de rusos, polacos y lituanos.
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