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Llora por tu equipo, Argentina

"Dan ganas de balearse [dispararse] en un rincón...", dice la letra del tango. A propósito de "rincón", ¿,no se llamaba Rincón ese látigo negro que jugaba de centrocampista, aquel que convirtiera dos de los cinco goles la noche que Colombia goleó a Argentina por 0-5 en el estadio delRiver?Será así. Alguien susurrará un tango tocado por la melancolía de una tarde gris y la hiena de la memoria volverá a saltar una y otra vez sobre los restos del corazón cortado como papeleii de periódico y arrojado para siempre desde la tribuna, aquella tarde del domingo 5 de septiembre de 1993 cuando Colombia venció a Argentina por 0-5 en Buenos Aires.

Esto es lo terrible, que estas derrotas no duran un día, como la mayoría, ni una semana, como las duras, ni un mes, como las crueles, ni un año como las humillantes, no. Éstas condenan al aficionado al recuerdo perpetuo porque se reciben como la bofetada de un hombre a otro, en la calle y delante de su mujer. Cómo será que en los periódicos obligó a desempolvar el titular de "desastre" que, futbolísticamente, en, Argentina no se usaba desde que la selección perdió, el 15 de junio de 1958, por 1-6, frente a Checoslovaquia en la primera fase de la Copa del Mundo disputada en Suecia. Aquello fue, mirado con los ojos de hoy, menos grave aún. Argentina no había competido durante varios años con equipos europeos a causa de la guerra y fue sorprendida por Checoslovaquia. La selección no estaba físicamente bien preparada y terminó más desorientada que Adán el día de la madre.

Pero esto, ¿cómo se llegó a esto? La selección argentina, entrenada por Alfio Basile, permanecía invicta desde hace tres años y hasta hace un mes, cuando perdió también frente a Colombia, en Barranquilla, por 2-1. En ese periodo ganó dos veces la Copa América y conquistó otros torneos menores. Por los resultados obtenidos estaba considerada entre las cinco selecciones más fuertes del mundo. ¿Qué sucedió entonces?

Sucedió Colombia. Sucedió que la subterránea justicia del fútbol bien jugado le fue masticando los tobillos al gigante y luego las tibias y más tarde las rodillas y por último los huevos y, ya con su cabeza a los pies, se dedicó a tocar el balón de primera, para atrás, para los costados, para adelante y vuelta para atrás, haciendo correr y arrastrarse a los soberbios argentinos como lombrices. Escuchen ustedes. "Tac, tac, tac, tac", el sonido de la bota sobre el cuero, así se sentía el toque de los colombianos en medio del silencio de los 70.000 argentinos que colmaban el estadio. El "pibe" Valderrama en el centro de la estrella de siete puntas, tres de ellas enfiladas como estiletes hacia la portería del "atajaperialtis" Goycoechea. Escuchen: "Tac, tac, tac", toca Valderrama, llega Rincón desde atrás, elude al portero, gol. En la segunda parte la orquesta afina aún más y se despliega. Llega Asprilla. Gol. Otra vez Rincón, gol. Asprilla por la izquierda, sale el portero, toca Asprilla por arriba, golazo. Otro toque al centro, entra Valencia, gol.

Ahora escuchen otra vez: "Olé, olé, olé" y los aplausos. Son los aficionados argentinos encantados por el reencuentro con un fútbol que aman, aunque ya no lo juegue su equipo. En tribuna, Maradona listo para volver aunque sea tarde. Dos horas después, cuando ya se cerraba la noche y la multitud era un solo cuerpo vencido, el silencio parecía murmurar cierto tango extraño: "Mi fútbol querido, cuando Argentina te vuelva a jugar, no habrá más penas ni olvido".

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