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Los campos magnéticos de Takis

Victoria Combalia

Asociado al arte cinético-lumínico, el griego Takis desafía pronto esta etiqueta, especialmente cuando se contempla esta oportuna retrospectiva organizada por el Jeu de Paume parisino y que puede verse hasta el 17 de octubre. Nacido en Atenas en 1925, Takis militó en la izquierda bajo la dictadura del general Metaxas, fue encarcelado en 1946 y en 1954 emigró a París, donde fijó su residencia.Sus primeras esculturas, unas figuras hieráticas, filiformes y de rasgos abreviados, muestran la influencia del arte cicládico y de Giacometti. Pero aún son obras débiles, por las cuales este artista no hubiera pasado a la historia. A partir de su llegada a París, con el descubrimiento de Calder (y, sin duda alguna, de Picasso, y, tal vez, de Julio González), realiza unas Señales de insecto y Señales espirales, largas varillas metálicas rematadas por objetos encontrados o atravesados por otras varillas que dibujan líneas en el espacio.

Takis

Retrospectiva.Musée National du Jeu de Paume. París. Hasta el 17 de octubre.

En realidad, Takis es compañero de ruta de los artistas del nuevo realismo francés, coparticipante de numerosos happenings y acciones (con Nam June Paik y Charlemagne Palestine, entre otros) y amigo de los poetas de la beat generation. Interesado por la arquitectura, la filosofía, la medicina y el psicoanálisis, es, ciertamente, mucho más plural de lo que los manuales pueden decir de él.

Intrigado por un radar en un aeropuerto, Takis comienza a explorar la energía magnética. Iniciará así una larga serie de obras en las que emplea imanes y electroimanes, superando siempre, o casi siempre, el hallazgo técnicamente curioso gracias a su capacidad de metáfora, a su capacidad poética y al hecho de ser realmente inventivo. Con sólo ver uno de estos pequeños conos de metal que parecen suspendidos del vacío y que no llegan a tocar jamás la superficie imantada, ya se tiene la sensación de que se desafía la ley de gravedad y de que asistimos -como sucede en todo lo que nos parece imposible- a un instante atravesado por la magia. Por ejemplo, el movimiento pendular y giratorio de dos objetos, que en un momento dado consiguen rozarse, llega a ser una metáfora de movimientos entre seres humanos. recordándonos, por un lado, aquel gran antecedente que es la Bola suspendida, de Giacometti, y, por otro, la obra, ya muy posterior, de Rebeca Horn.

Belleza atávica

En otras ocasiones, crea esculturas musicales añadiendo cuerdas o bien gongs de metal a las esculturas imantadas, creando de esta forma sonidos de atávica belleza, que Nicolas Calas no dudó en calificar de "órficos". Y aunque Takis afirme que su trabajo no tiene que ver con la estética y que su deseo sería el de "captar con el radar la música del más allá", lo cierto es que el espectador no deja de percibir la sutileza de sus largas agujas metálicas. A su vez, sus elementos mecánicos tienen algo de arqueológico, al incluir fragmentos de máquinas en desuso.Otras obras resultan hoy en día más efectistas, sencillamente porque sus hallazgos han sido trivializados con el paso de los años en múltiples gadgets. Por ejemplo, el llamado Festín magnético consiste en un gran contenedor imantado al que el espectador, provisto de guantes, puede lanzar puñados de limaduras de hierro: el resultado es una suerte de dripping mineral. Pero deberíamos juzgar estas obras con las perspectiva histórica que se merecen: corresponden a una voluntad, propia del llamado arte participativo, de integrar al espectador en la obra de arte, de convertirlo en un sujeto activo y creador.

Ahora bien, tal vez por lo que Takis sea más conocido sea por sus Señales luminosas, que incluyen siempre una base, una larga varilla metálica rematada por un elemento mecánico en la parte inferior y por un foco coloreado en la parte superior. Estas señales luminosas tienen algo de tótemes del siglo XXI, y, como tales, su dimensión va más allá, a mi entender, de la meramente plástica. Parecen, en su encendido intermitente, avisar al viajero de algo que sólo él será capaz de descifrar; son señales de alerta que nos obligan a detenernos en un mundo en el que la prisa y las acciones mecánicas, rutinarias, invaden nuestra vid a cotidiana. En su verticalidad, en su gran efecto de presencia, nos remiten tanto a sus primeras esculturas como a las estelas y a los oráculos antiguos. Son también manifiestamente antropomórficas: "Todos los seres", dice Takis, "son portadores de electricidad. Y añade: "Hay que ser vertical, sentirse desnudo, liberado, fuera del rnundo". El viejo visionario añade, así, una dimensión moral y evidentemente simbólica a su obra.

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