Operadores
Cada momento tiene su épica. La bronca del Sistema Monetario Europeo ha servido para crear la suya. Su plasmación en imagen (sin la cual hoy no sería posible) es esa foto de los operadores financieros agarrados a los teléfonos y con un tremendo gesto de agotamiento en el rostro. Hombres y mujeres jóvenes que se hacen guiños absurdos, como señas masónicas, mientras sostienen auriculares hasta con el borde de una ceja.Son magníficos en su estampa. Tienen un poder de atracción sobre el resto de los mortales que augura futuras creaciones de facultades de operadores financieros en las mejores universidades del mundo.
A buen seguro, hasta sufren infartos. Tantos que se convertirán en la segunda profesión más arriesgada tras la de piloto de pruebas. Los niños quieren ser operadores. Porque, además, se forran a ganar dinero.
Hay una épica y una estética.
Falta la ética. Pero, ¿será bueno hablar de ello?
En el código penal de muchos países hay una figura que se llama "maquinacion para alterar el precio de las cosas". Los operadores trabajan para compañías que, por alguna misteriosa razón, nunca incurren en ese delito aunque acaben con sistemas monetarios alterando el precio de las monedas, rompiendo economías enteras.
Nos dicen que son las leyes del mercado. Es decir, que uno puede romper un sistema financiero (y dejar en paro a miles de personas) sin que pase nada. Si eso se le ocurre a uno con el azúcar, por ejemplo, va a la cárcel. No está permitido comprar azúcar para que suba su precio, pero sí pesetas.
Los del teléfono trabajan para enormes compañías. Se forran y saben qué es lo que hacen. Y ninguno deja su trabajo porque sea poco ético.
Será legal, tendrá una estética brillante, habrá creado una épica fantástica, pero es un trabajo que exige estómago.
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