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Las perseidas quedaron ocultas por las nubes

Una tormenta impidió la visión sobre Madrid de la más espectacular lluvia de estrellas

La noche cayó sobre el corazón de Madrid cuando en la Filmoteca Nacional una voz de mujer cantaba algo tan apropiado como Under a falling star (Bajo una estrella que cae). San Lorenzo iba a regalar a los mórtales con la más generosa lluvia de estrellas desde hace 130 años. Pero lo que cayó pasada la medianoche en Madrid fue una tormenta que ocultó el rastro del cometa Swift-Tuttle. En torno a San Lorenzo, el 10 eagosto, este espectáculo se repite desde tiempos inmemoriales. Este año iba a ser especial: los astrónomos calculaban la caída de 500 meteoros cada hora.Caer cayeron, pero no podían contemplarse. La decepción se hizo patente, ya fuera en la sierra, en la verbena de las Vistillas o en, el poblado chabolista de Los Focos. En la noche de los deseos nadie quería quedarse sin formular uno al paso de un cometa.

Durante el día, los madrileños se habían citado en oteros y puertos; cualquier zona elevada era buena, habían dicho los expertos. Eugenio Fernández, de 28 años, estaba dispuesto a aguanta1toda la madrugada en el alto de Navacerrada. Hacia la medianoche, sus ojos clavados en el cielo vieron un resplandor... un relámpago, que, acompañado de nubes, ennegreció el panorama en la sierra de Madrid.

Junto al pantano de Valmayor, el estudiante Antonio Bravo pensaba en trasladarse a otro lugar de observación si no escampaba: "Quizás la Cuerda

Larga y Peñalara sean sitios más idóneos", se lamentaba.

En la ciudad, los más verbeneros habían, acudido a Las Vistillas. Una pandilla de jóvenes del barrio de La Latina -mucho porro, estética grunge y litronas- tomaba posiciones en una ladera de este mirador de la sierra, que tiene Madrid. La noche se vestía con tangos, churros y unas nubes cada vez más espesas que reflejaban las luces de la verbena. El brazo tatuado de Alfonso, un chico de Lavapies, asomó por el seto de Las Vistillas. "Llevamos desde las once aquí c6ncentrados y no vemos nada". Él y sus amigos seguían pasándose los vasos de cerveza. El grupo decidió al final marcharse a una terraza.

También era medianoche en las viviendas modulares de Los Focos cuando diez personas, entre viejos, mujeres y niños, apagaron las luces para ver mejor lo que habían oído en la tele. "Ester, miraaa que va a caer una nube de estrellas" bromeaba una gitana cuarentona. "Sí, pero ahora no se ve nada, porque Dios ha puesto nubes", le respondía una anciana enlutada. "A las tres, el Señor las va a borrar de un manotazo".

Algún escéptico aseveraba: "Va a caer un chorro de estrellas por un canalón". "Que va, van a ser langostinos los que caigan", le seguía su compadre. Aprovecharon para expresar sus inquietudes astronómicas, filosóficas y meteorológicas más íntimas: "¡Hay que ver qué misterio, que en América sea de día y aquí de noche!" Cuando empezó a chispear, a las doce y media, los más incrédulos se apuntaron un tanto en su currículo de adivinos.

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