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El 'Baker' de Clinton

Antonio Caño

Todo el mundo lamentaba desde hacía tiempo que en la Casa Blanca de Bill Clinton no existiese un James Baker. Pues bien, ya existe. Existe el hombre paladín, el mago que conduce- a la prensa, resuelve la crisis y siempre tiene a mano un buen consejo para el presidente. A falta de revalidar su título con el paso de los meses, ese hombre es David Gergen, cuya llegada a esta Administración coincide con el momento en el que remonta la popularidad del presidente.Republicano de tradición, independiente de afiliación y moderado de pensamiento, Gergen colaboró ya en los Gobiernos de Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan -de quien fue director de comunicaciones-, lo que, a los 51 años de edad, significa que ha pasado la mayor parte de su vida transitando por los complejos círculos de poder de Washington.

Es lo que aquí se llama un insider. Justo lo que necesitaba una presidencia de novatos cuyo jefe de comunicaciones era un joven de 32 años y cuyo jefe de gabinete era un empresario de Arkansas. Desde que, a finales de mayo, se sumó al grupo de los asesores de Clinton, Gergen actúa como un jefe de gabinete no reconocido.

"Si alguien quiere estar seguro de que su mensaje llega al presidente, tiene que hablar con Gergen", dice uno de los colaboradores de un destacado congresista. Su cargo formal de asesor es poco preciso, pero en realidad actúa como un puente entre los consejeros políticos y los responsables de la comunicación de la Casa Blanca. Tiene acceso diario al Despacho Oval y ocupa la tribuna de jefe (le prensa en ocasiones especiales, como durante la pasada cumbre del G-7.

Con casi dos metros de estatura y cara de creérselo todo, -The New York Times lo describió como un niño abandonado por sus padres y criado por jirafas-, Gergen no es precisamente uno de esos lobos que a veces alimenta la política. Los que lo conocen bien aseguran que es bastante bonachón. Su habilidad es la de conocer bien su trabajo y nunca casarse, con nadie, Ed Rollins, el que fue jefe de la campaña de Reagan, afirma en Vanity Fair que "Gergen es, sobre todo-, un superviviente. Era sospechoso de demócrata durante la Administración de Nixon, sospechoso de republicano pro-Bush en la Administración de Reagan y sospechoso de republicano en la Administración de Clinton".

Su llegada al actual equipo presidencial no es del todo una sorpresa. En Europa puede creerse que colaborar con la Administración de Reagan le convierte a uno en un reaganista, pero aquí no es así. De hecho, Gergen inclinaba su balanza crítica del lado de Clinton en los difíciles meses en que todos los santos le daban la espalda. En su último artículo publicado en el semanario US News and World Report antes de su designación, Gergen escribe: "La historia reciente - demuestra que lo que los norteamericanos más admiran en los políticos son sus convicciones. Si Clinton regresa a sus raíces, se encontrará el entusiasmo del público".

Ésta es la filosofía que Gergen. le vendió al jefe de gabinete de la Casa Blanca, Mack McLarty, cuando ambos se reunieron por primera vez en abril pasado para Sondear su posible fichaje.

Su llegada supuso el oscurecimiento del propio McLarthy y del anterior jefe de prensa, George Stephanopoulos, que ha pasado a un puesto más discreto. Pero ambos parecen más cómodos tras el telón, y no es extraño que prefieran que sea la cara de Gergen la que se exhiba en esta desconsiderada ciudad.

La principal cualidad de Gergen es la de conocer exactamente qué es lo que hay que decir a cada uno de los personajes influyentes en Washington.

Formado en las exclusivas universidades de Yale y Harvard y comentarista político desde hace años, Gergen sabía que el primer problema que tenía que solucionar en la Casa Blanca era el de la relación con la prensa.

Su antecesor, George Steplianopoulos, cerró su despacho al acceso de los poderosos corresponsales en Washington, a los que siempre trató con un aire de superioridad propio del joven que se siente en la cumbre del poder. Los corresponsales no se lo perdonaron, y convirtieron los cinco primeros meses de la presidencia de Clinton en un calvario, para él y su equipo.

Gergen abrió las puertas de su despacho y creó con los periodistas un clima de complicidad. El cambio funcionó inmediatamente, y los corresponsales empezaron a descubrir aspectos positivos en la gestión presidencial.

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